domingo, 14 de agosto de 2011

RATZINGER

Para tener una visión aproximada de lo qué significa el espectáculo reccionario que tendrá lugar en Madrid la próxima semana, no es necesario remontarse a la Sagrada Inquisición, sin despreciar las profundas lecciones morales y humanas que podríamos extraer de ésta. Basta con tener en cuenta una serie de elementos del pasado siglo que, en nuestro caso, el de España, nos ha afectado muy directamente e intensamente. La iglesia oficial española estuvo desde el primer momento al lado de la sublevación fascista, que calificó de cruzada nacional, con la excepción de una minoría de creyentes y sacerdotes de diverso nivel jerárquico que la condenaron o que no la apoyaron. La iglesia oficial estuvo protegida en esa labor por El Vaticano. La iglesia oficial española bendijo los fusiles fascistas durante la guerra, los que combatían en el frente y los que asesinaban en las cunetas, y continuó bendiciéndoles después de la guerra cuando el régimen franquista fusilaba a miles de personas en las tapias de los cementerios, previas monstruosas parodias de juicios. Cito como elemento suficiente para condenar al régimen y a la iglesia católica, uno solo de los crímenes: el asesinato de 13 jovenes, algunas casi niñas, las 13 rosas. En aquel acto simbolizo toda la maldad de un régimen y de la iglesia que lo bendecía.
Franco, el dictador primer responsable de la guerra civil y de todo lo posterior era conducido bajo palio, consecuentemente con el nacional-catolicismo declarado religión oficial y obligatoria. Y El Vaticano, pasado el susto del resultado de la IIª Guerra, apoyó sin fisuras todo lo que pasaba en España, la Dictadura y la continuación de la represión, las torturas y los asesinatos, de la misma manera que en Europa y en el mundo era parte esencial del movimiento anticomunista de la guerra fría. Si Pío XII, en nombre de la iglesia, había mantenido un total silencio ante los asesinatos del nazismo y del fascismo, para qué hablar cuando éste ya había sido amnistiado por las potencias capitalistas.
Ratzinger era ya entonces un importante elemento de la iglesia, nada más y nada menos que el guardián de la fe, uno de los más importantes interpretes de la verdad eterna, el que descalificaba a la Teología de la Liberación y a todos los movimientos de base, de raiz realmente evangélica. Ratzinger y algunos más, de acá y de allá, continuaron su tarea de hacer santas a personas "asesinadas por los rojos", como forma moderna de incidir en la realidad española hurgando heridas y continuando la cruzada, mientras, durante la Dictadura y después, miles de cristianos luchaban por los derechos de la gente y de una vida digna, aquí y en todas partes, siguiendo en ello las enseñanzas de Juan XXIII, aquel papa de profundo sentido humanista.
La llegada de Ratzinger, represor, reaccionario y encubridor de pederastas, no es una buena noticia para todas las personas, laicas o creyentes que, independientemente de la opción de cada cual, vida finita o vida eterna, quieren una vida decente y pacífica en la tierra, de convivencia entre culturas, religiones y ateísmos. Ratzinger viene a continuar su labor, al servicio del sistema dominante en el mundo, que, aunque parezca impropio decirlo ante una visita tan "espiritual", es el causante principan de la miseria, la pobreza y las guerras. Lo han adivinado, es el capitalismo que continúa viajando bajo palio.

1 comentario:

  1. Yo le llamaría NAZINGER, porque nazi fué en su juventud y tal vez...

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