La revolución es acelerar la evolución de las cosas, produciendo radicales cambios económicos, sociales, culturales y políticos en la sociedad . Se entiende, y así es en la práctica, que las revoluciones producidas a lo largo de la historia han sido realizadas contra la opresión, la explotación y la injusticia. En sentido contrario, la contrarrevolución es una acción para hacer retroceder o liquidar derechos económicos, sociales, culturales y políticos conquistados. Existen las revoluciones, francesa, de carácter burgués contra el viejo orden feudal y semifeudal; rusa, china, cubana, vietnamita, de raiz socialista, para citar algunas de las más significativas y triunfantes, y las contrarrevoluciones francesa, alemana, española (1936, contra la República), chilena, rusa...
Todas las revoluciones, burguesas o proletarias, en un grado u otro han reconocido e impulsado derechos políticos y sociales. Sin las revoluciones proletarias, o de carácter socialista,los derechos a salarios más dignos, a educación y sanidad universales, a la no discriminación y emancipación de la mujer no existirían al nivel actual. La revolución rusa situó la emancipación integral de la mujer como uno de sus principales objetivos, siendo seguida por las revoluciones posteriores. Los sistemas educativo y sanitario de Cuba, un país del tercer mundo, son de los mejores y más eficientes del mundo, además de solidarios, como se pone de relieve, aunque lo oculten, con la participación de sanitarios cubanos en Haití. En la antigua URSS y paises socialistas la educación y sanidad universales fueron, en general, ejemplares, hasta que su hundimiento impuso el neoliberalismo más brutal y, en muchos casos, mafioso En todos esos paises las contrarrevoluciones han liquidado, reducido o estancado conquistas sociales que se habían producido durante la vigencia del socialismo, tan imperfecto y autoritario como se quiera, pero absolutamente más justo e igualitario.
A raíz del hundimiento de la URSS, el capitalismo mundial decretó el fín de las ideas revolucionarias y socialistas y la imposición del pensamiento único y el neoliberalismo como forma superior de la explotación capitalista. Y se las mamaban muy dulces, creyendo que su imperio, muerto el principal enemigo, era ya eterno. El sistema puso en marcha todos los mecanismos de imposición, consentida o autoritaria, de sus ideas y proyectos: el lavado de cerebro en la cultura de masas, a través de la utilización de todos sus medios de propaganda, el consumismo parasitario frente a la riqueza social y cultural, endeudando a la sociedad con sus sistemas financieros y bancarios fraudulentos y especulativos, para tener a la gente atada y engañada. Y cuando todo ello no era suficiente ilustraba sus políticas con las pistolas, creando terrorismos, promoviendo guerras. El fín de la guerra fría no se saldó con más libertad y bienestar para todo el mundo, sino con más autoritarismo, brutal o sutil, en todas partes.
Resumiendo, una revolución puede no triunfar del todo, o fracasar, pero genera derechos, no sólo para el país en el que se produce, y una nueva cultura y mentalidad más solidaria. Por ello, en la antigua URRSS y en los antiguos paises del socialismo real, no son capaces de arrancar del todo los valores de una cultura colectiva e imponer los contravalores del individualismo y la insolidaridad, sin los cuales el capitalismo puede ser más facilmente reversible a medio o largo plazo.
Ahora, en pleno auge de la contrarrevolución capitalista, teniéndolo todo en sus manos, como decían, se produce la crisis más fuerte y profunda que ha conocido el capitalismo, a mi entender superior a la de 1929, aunque ahora tengan más instrumentos para sortearla, cargándola como siempre a las espaldas de la mayoría trabajadora y de los más débiles socialmente. Esta crisis pone de relieve que el capitalismo no es ninguna alternativa inteligente, solvente y justa a los problemas de la humanidad, pero como no hay una alternativa global al sistema, éste se mantiene. En la memoria colectiva todavía pesa demasiado el fracaso y hundimiento de la URSS, que continúa generando pesimismo histórico, como también es difícil de comprender el proceso que se desarrolla en China, dos de los más importantes referentes revolucionarios del siglo XX, lo que contribuye a que no se articule, salvo excepciones importantes en América y otros lugares, un potente y amplio movimiento de cambio, que en su desarrollo se vea progresivamente como una verdadera alternativa democrática y socialista al capitalismo. Es imprescindible que los que creemos y trabajamos en esa alternativa la defendamos sin complejos oponiendo democracia participativa a liberalismo de mercado y socialismo a capitalismo. No debemos esperar que los mangantes del sistema y sus cómplices "morales" e "intelectuales" nos den golpecitos de felicitación en la espalda. Nos despreciarán,
tergiversarán e insultarán. No será por la fortaleza de sus ideas, sino por el miedo ancestral que tienen a aquel viejo fantasma que recorre Europa y el mundo y que en algún momento histórico aparecerá rodeado de seguidores y les dirá: a la calle!
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