El pasado 29 de Diciembre el periodista Guillaume Fourmont entrevistó en el diario Público al suizo Jean Ziegler, miembro del Comité Consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con motivo de la publicación de su libro "El odio a Occidente", en el cual hay una profunda crítica al sistema capitalista, dominado por Estados Unidos y Europa.
El título del libro no debe conducir a equívocos sobre el odio a todo lo occidental que se puede desprender de los movimientos fanáticos e integristas al estilo Al Qaeda, odio patológico fomentado y alimentado por EEUU y aliados cuando servía a sus intereses. El libro habla del odio meditado contra la expoliación y explotación de pueblos y personas y es un grito en exigencia de justicia y del derecho a vivir con dignidad. Parte, por tanto, de un análisis de clase y aspira a una "revolución para acabar con el orden canibal del mundo". Un mundo en el que "cada 5 segundos muere de hambre un menor de 10 años", añadiendo que "un niño que muere de hambre en la actualidad es un asesinato".
Jean Ziegler parte de la base de que en Occidente "somos democracias, pero practicamos un fascismo exterior"; añado yo, una democracia representativa muy poco participativa y pasada por el cedazo del mercado. Occidente practica un fascismo exterior que se expresa en producir productos para Africa, y para el mundo empobrecido en general, que se venden más baratos que las producciones locales, con lo que se hunden sus mercados, se liquidan puestos de trabajo y se condena a millones de personas al hambre. Y cuando una parte de estas personas intentan llegar a Occidente se las persigue y reprime duramente, promoviendo además la xenofobia y el racismo entre los sectores más populares, que temen por sus condiciones de trabajo y derechos sociales al disponer el capitalismo de un ejército de reserva para bajar salarios y liquidar derechos. En consecuencia con ese análisis, Ziegler llama a romper con el sistema estructural del mundo, dominado por el capitalismo, ya que para acabar con el hambre es necesaria una revolución y sentar en el banquillo, en un nuevo Nuremberg, a los especuladores que provocaron la crisis y la quiebra del sistema occidental y que, repuestos ya de la sorpresa inicial del estrepitoso fracaso económico y social del neoliberalismo, vuelven a la carga con más neoliberalismo y privatizaciones, con más mercado del suyo, especulando y apoderándose de los productos alimentarios como el arroz y el trigo y de las materias primas, por cuyo control están dispuestos a hacer guerras.
El imperio,dice, refiriéndose a los EEUU como cabeza de éste, son tres cosas: industria del armamento, Wall Street y el lobby sionista y que Obama sabe que si toca a uno de éstos, está muerto. Más breve, más claro y más concreto, imposible, si realmente se quiere entender la esencia del sistema imperialista que todavía rige el mumdo. Dice que la concesión del Nobel de la Paz a Obama fue ridiculo y una operación de marketing. Que, en todo caso, este premio debería darse a Evo Morales, pues por primera vez en su historia el pueblo boliviano eligió como presidente a uno de los suyos y en seis meses expulsaron a todas las empresas privadas que se quedaban con todos los beneficios de las energías del país, utilizando esos beneficios ahora para programas sociales, siendo Bolivia en la actualidad un estado floreciente y soberano. Ello fue producto de la lucha, y allí, y en todas partes, la sociedad está despertando. La sociedad despertará aún más si, como dice Ziegler citando a Karl Marx, los "revolucionarios son capaces de oir la hierba crecer", de entender los fenómenos sociales, posicionarse ante ellos y defender sin complejos, con inteligencia y coraje propuestas en beneficio de toda la sociedad, enfrentadas a las políticas del capitalismo y alternativas a éste.
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