LIBIA ha dejado de ser una nación, un país, un estado, como era antes de que sus malditas “primaveras” la destruyeran y los criminales de guerra que lo hicieron se fotografiaran ufanos de su “victoria”. Ahora se lavan las manos de la destrucción y el caos, reiterando para justificar sus fechorías la propaganda contra el “tirano” Gadafi. Libia se ha convertido en un territorio de terroristas, vendedores de armas, ladrones locales y saqueadores internacionales cuyos principales logros son la anulación, ya realizada, de todos los derechos sociales a la vivienda, educación, salud y trabajo existentes en la época de Gadafi, y en borrar del mapa las pretensiones del estado libio de unir económica y políticamente a los pueblos de África, incluso con moneda propia no subordinada al euro y al dólar. El imperio occidental, unido al sionismo y al fascismo de Arabia Saudí y Qatar, capitalismo neoliberal por supuesto, son los responsables ante los pueblos y ante la historia de la destrucción de Libia y de la miseria de su pueblo y de los miles de muertos que antes de huir en pateras y morir a las puertas de Lampedusa trabajaban en su mayoría en el país. Y antes la destrucción de Iraq, y ahora la de Siria en la misma zona y por las mismas bastardas razones. La coalición internacional de la guerra también es la responsable de la creación de amplios movimientos de fanáticos terroristas, el Estado Islámico en primer lugar, que asolan la zona y atentan en Europa.
UCRANIA y la actual situación de enfrentamientos bélicos, con miles de muertos y la destrucción de escuelas, hospitales y viviendas, al más puro estilo del terrorismo de Israel en Gaza, es otro de los valientes y democráticos logros del gobierno golpista de Kiev y sus socios de la UE, los EEUU y sus cómplices. El último alto el fuego, en el momento de entregar esta columna (17 de febrero), está fracasando como fracasaron los anteriores por una sencilla razón: porque la coalición de la guerra quiere alcanzar sus objetivos de una manera u otra y éstos son la utilización de Ucrania como plataforma de los intereses del capitalismo europeo y de EEUU, impedir el desarrollo de un gran espacio económico y político no dependiente del euro y el dólar con el esencial protagonismo de Rusia y China, vinculado a la estrategia de los llamados BRICS. Para que ello sea factible es necesario, además de que Rusia quede aislada económica y políticamente, que esté bloqueada militarmente. Polonia es un servil instrumento de esta política imperialista, como en parte lo fue en la segunda guerra. Y Ucrania sería el tapón circular perfecto para esta operación. Lo que pasa es que las cosas no les acaban de salir bien a los golpistas y agresores ucranianos, europeos y norteamericanos porque Rusia no se deja engatusar y en Ucrania una parte de la población no está dispuesta a seguir los pasos de la coalición neo colonial. Y así estamos, con las graves consecuencias para el pueblo de Ucrania y los potenciales peligros de una guerra generalizada en toda Europa.
GRECIA es una constatación más de que destruyen lo que tocan. La situación financiera, económica, social y política de Grecia, incluida su “millonaria deuda”, no es el fruto de que las clases trabajadores griegas se lanzaran en el pasado al derroche y al despilfarro porque fueran unos desalmados vividores a costa de lo ajeno, sino porque los intereses del gran capital europeo, estructurado en torno a una moneda, el euro, creada bajo las pautas, intereses y condiciones de los grandes bancos, de Alemania en primer término, necesitaba desmantelar zonas industriales enteras de los países periféricos, en beneficio de la gran industria alemana, y convertir a esos países en espacios subalternos de consumo y endeudamiento. Por eso, los bancos alemanes, de acuerdo con los bancos griegos y los gobiernos alemán y de Grecia, volcaron la caja de los euros en Grecia, parasitando su economía hasta hacerla desembocar en el hundimiento actual. Ha sido, pues, la Europa del capital la que ha hundido Grecia, no la inexistente Europa de los pueblos ni el pueblo griego los causantes del desastre económico y social de este país. Y es por ello que el pueblo griego, con amplios sectores populares en la miseria y la pobreza, con recortes brutales en educación y salud y con un paro del 26% de su población activa, no puede seguir en esta situación y el gobierno no puede aceptar las exigencias de la plana mayor neoliberal y parasitaria de la UE que le exige el pago de la “deuda” que ella misma ha creado, de acuerdo con sus colegas griegos de aventuras, para arrodillar y derrotar a Syriza y dejar claro que no hay más política que la que decide la santa Troika. El pueblo griego resiste y sindicatos e izquierda europea deben apoyar esta resistencia.
Como conclusión a todo ello y tomando Libia, Ucrania y Grecia como tres ejemplos de una misma política neoliberal, belicista y enemiga de los pueblos, dejar claro que hay una sola vía para impedir que se lleve a cabo hasta las últimas consecuencias: la denuncia y la movilización permanentes contra la misma, trabajar por la unidad y coordinación de las clases trabajadoras y populares en toda Europa y presentar en cada país y en el conjunto europeo propuestas anticapitalistas de cambio y de paz, y defenderlas en la calle y en las instituciones. No está escrito en ninguna parte que la Europa del capital se imponga eternamente a la Europa de los pueblos.
NO A LA GUERRA.
NO A LA OTAN.
NO A LA EUROPA DEL CAPITAL.
Publicado en la edición impresa de Mundo Obrero nº282 de marzo 2015 en la columna Silbando La Internacional
http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=4672
Necesito comprender qué razón hay para que la militancia de IU no se haya sublevado en masa (no sólo en Madrid) ante la decisión de colocar de cabeza de lista a la Asamblea de Madrid a un defensor de la agresión de la OTAN a Libia. ¿Cómo es posible tanto consenso en torno a ese personaje?¿Me he vuelto yo loco y todos los demás están cuerdos? Necesito entenderlo. A la espera quedo, hasta que me lo explique alguien; porque hasta la fecha sólo el silencio he tenido por respuesta.
ResponderEliminarJuan Ramón Medina