Olimpia Moreno Willemenot
16 horas ·
La agresividad sigue siendo un recurso que canalizado debidamente (manipulación educacional e informativa) permite que un grupo de humanos se apodere, en beneficio propio y de su grupo, del esfuerzo del resto. Mientras no había nada que trasmitir porque el grupo no era capaz de acumular riqueza alguna, la lucha era por el territorio que garantizaba su hábitat y por la transmisión de sus genes. Pero habían aprendido a cultivar la tierra, a tener animales; conseguían carne y leche y no fue suficiente con el truque o intercambio. Se empezaron a acumular bienes por un grupo de propietarios poderosos que los monopolizaron. Fue entonces cuando surgió la necesidad de buscar descendientes que heredasen el patrimonio. La pertenencia al grupo pasó a apoyarse en la familia nuclear dejando las hordas en las que las mujeres cuidaban a todos los niños (indistintamente si eran suyos o no) y los varones empezaron a reconocer parentesco sobre ellos (no eran conocedores de su paternidad). En principio se reconocían parentescos matrilineales como el de los hermanos de la madre.
Lo que parece mentira es que, pasados tantos años y sin ningún sentido ya, se sigan priorizando los genes (madres de alquiler, clínicas de reproducción) y que el avance del conocimiento no haya hecho que el razonamiento prime sobre los impulsos atávicos, esos que vienen directamente del “cerebro antiguo” común con el resto de las especies. Esos instintos que por la palabra y el caminar erguido generaron una cultura que cambió nuestro cerebro y dió significado a nuestra corteza prefrontal permitiendo el razonamiento y el poder modificar nuestros impulsos primitivos. La continuidad de la especie dejó de ser un deseo de todos los individuos (muchos individuos, varones y mujeres, no desean tener hijos). La conservación de la especie no parece que sea ya un instinto cuando se almacenan bombas atómicas que pueden acabar con la humanidad.
Se promueven guerras, se explota a congéneres sin ningún miramiento, se expolian países, se contaminan mares y territorios, se mata, se tortura, se aliena... Todo en beneficio de un grupo que ha monopolizado el mundo y que antes de acabar con él se irá en busca de otros para colonizarlos.
Lo que es más difícil de entender es que, siendo una minoría, sigan.
16 horas ·
La agresividad sigue siendo un recurso que canalizado debidamente (manipulación educacional e informativa) permite que un grupo de humanos se apodere, en beneficio propio y de su grupo, del esfuerzo del resto. Mientras no había nada que trasmitir porque el grupo no era capaz de acumular riqueza alguna, la lucha era por el territorio que garantizaba su hábitat y por la transmisión de sus genes. Pero habían aprendido a cultivar la tierra, a tener animales; conseguían carne y leche y no fue suficiente con el truque o intercambio. Se empezaron a acumular bienes por un grupo de propietarios poderosos que los monopolizaron. Fue entonces cuando surgió la necesidad de buscar descendientes que heredasen el patrimonio. La pertenencia al grupo pasó a apoyarse en la familia nuclear dejando las hordas en las que las mujeres cuidaban a todos los niños (indistintamente si eran suyos o no) y los varones empezaron a reconocer parentesco sobre ellos (no eran conocedores de su paternidad). En principio se reconocían parentescos matrilineales como el de los hermanos de la madre.
Lo que parece mentira es que, pasados tantos años y sin ningún sentido ya, se sigan priorizando los genes (madres de alquiler, clínicas de reproducción) y que el avance del conocimiento no haya hecho que el razonamiento prime sobre los impulsos atávicos, esos que vienen directamente del “cerebro antiguo” común con el resto de las especies. Esos instintos que por la palabra y el caminar erguido generaron una cultura que cambió nuestro cerebro y dió significado a nuestra corteza prefrontal permitiendo el razonamiento y el poder modificar nuestros impulsos primitivos. La continuidad de la especie dejó de ser un deseo de todos los individuos (muchos individuos, varones y mujeres, no desean tener hijos). La conservación de la especie no parece que sea ya un instinto cuando se almacenan bombas atómicas que pueden acabar con la humanidad.
Se promueven guerras, se explota a congéneres sin ningún miramiento, se expolian países, se contaminan mares y territorios, se mata, se tortura, se aliena... Todo en beneficio de un grupo que ha monopolizado el mundo y que antes de acabar con él se irá en busca de otros para colonizarlos.
Lo que es más difícil de entender es que, siendo una minoría, sigan.
( Este escrito va en la línea de los trabajos que propuse hace un par de meses sobre "la familia, la propiedad privada y el Estado".
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