Dicen las crónicas de los medios de propaganda en este 1 de Mayo que el Papa ha reunido un millón de personas para beatificar a otro Papa muerto. Para decir las cosas con más precisión: Un Papa, (utilizo esta expresión porque es la que utiliza la Iglesia),reaccionario beatifica a otro Papa reaccionario, ambos dos enterradores de la Teología de la Liberación y de la iglesia de raiz vital en el evangelio y no la de los privilegios y la pederastia. Dos Papas que enterraron en la profundidad del olvido el legado humanista de Juan XXIII, para que nunca más pudieran despertarse dentro de la Iglesia los deseos de verdadera solidaridad y fraternidad, por encima y por delante de la oración vacua sin trascendencia para la justicia social, e intentar hacer la vida de la gente algo más digna y feliz en la tierra. Dos Papas que amonestaban y castigaban a los que asumían un compromiso de lucha con y por los pobres, ya que para ellos y para la Iglesia oficial, todos, explotados y explotadores, mayoría del trabajo y minoría del privilegio, son iguales ante Dios. Vaya filosofía del humanismo!
Pues bien, esos dos Papas han tenido hoy, día de recuerdo para los héroes de Chicago, mucha más clientela en El Vaticano que los sindicatos en practicamente toda Europa. Esto se produce, además, en un momento en el que el capitalismo demuestra su total incapacidad para ofrecer a los trabajadores y trabajadoras, a los pueblos del mundo, algo más que miseria, pobreza, paro, y, en el mejor de los casos, sólo reducción de los derechos laborales y sociales, conquistados después de duras luchas y sacrificios. Se produce también en un momento en que en los paises capitalistas punteros de América y Europa hay un retroceso espectacular de la conciencia democrática y de clase y avanzan las ideas de la ultraderecha y el fascismo. ¿Se enteran las direcciones sindicales de todo esto?. Y si se enteran, ¿hacen algo para evitarlo, reducirlo y reconstruir el pensamiento y la práctica de la mejor tradición
del movimiento revolucionario, obrero y de izquierdas?. Mientras las direcciones sindicales continúen en la rutina de frases, discursos y acciones que no cuestionan ni por asomo el capitalismo o, al menos, sus peores, ineptas y antisociales políticas, que producen crisis tras crisis, la clase trabajadora se alejará cada vez más de su unidad e integración como clase, por encima de sus diferencias laborales y técnicas, y aumentarán en su seno las actitudes más individualistas, insolidarias y xenófobas. Los sindicatos, si son realmente de clase, tienen el deber inexcusable de defender las demandas y reivindicaciones más urgentes al mismo tiempo que elevar la conciencia critica, unitaria y solidaria de los que viven de vender su fuerza de trabajo en el mercado capitalista. Si no son capaces de hacer esto, son, simplemente, gestoras de los flecos que el capital les deja para dar la impresión de que hay un sistema que respeta a los/ trabajadores/as. De continuar así, su inutilidad sería evidente y facilitaría el trabajo de los que quieren que cualquier referencia sindical y colectiva desaparezca de las relaciones entre capital y trabajo.
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