Antes de sacar conclusiones y proyectar futuros, veamos la realidad social y política a grandes rasgos. Cuando las ideas de justicia social e igualdad, de libertad real sin hipotecas, se subordinan a las ideas y objetivos que nacen y se difunden desde los centros de poder del dinero y de sus instrumentos de dominación, la conciencia crítica de la sociedad, gestada en un largo proceso histórico de luchas, y su expresión social pública, desaparecen progresivamente y son sustituidos por el individualismo, el escepticismo y la inseguridad.
Es en este marco que las ideas más conservadoras, o directamente reaccionarias, ganan la calle, los hogares y el pensamiento. Es una primera derrota del movimiento obrero organizado y de las ideas que la izquierda ha defendido siempre. La lucha de clases, que los progres, modernos y demócratas social liberales rechazan y ridiculizan como algo anticuado, se impone con toda su fuerza por parte de los que nunca han renunciado, ni renunciarán, a la sociedad de clases, algo que nos ha recordado el multimillonario Buffet, al afirmar que la lucha de clases sí existe y que ellos, los ricos, la clase dominante, la estaban ganando. Nada más claro y, sin embargo, los que la rechazan y ridiculizan y el movimiento sindical y político de orientación anteriormente socialdemócrata, todavía no han tomado nota del detalle, porque continúan defendiendo su metamorfosis social e ideológica. La crónica de lo que ha sucedido en la última crisis social producida por el capitalismo nos enseña que los que han producido el desastre social, el paro, el empobrecimiento y la inseguridad, continuarán acumulando beneficios y sueldos escandalosos e imponiendo sus políticas de liquidación de derechos sociales y laborales históricos. Y lo hacen con total impunidad, utilizando a los partidos que, en teoría, representan más al mundo del trabajo, para imponer lo que a los partidos más directamente calificados de derechas les sería más difícil. Hablando en plata, en España el PSOE hace todo el trabajo sucio para que el PP no lo tenga que hacer, ya que, opinan banqueros, grandes empresarios y medios de propaganda del sistema, lo podrían tener más difícil.
Ahora mismo, ante las elecciones del día 22, parece como si se hubiesen cambiado los papeles: el PSOE defiende su gestión, el PP se pone el mono de obrero y los comparsas nacionalistas, salvo honrosas excepciones, les bailan el agua.
Es así que en las urnas habrá amnistía para la corrupción y los corruptos, una expresión de la amnistía que hay para los que crean la crisis y empobrecen a la sociedad con especulación, egoísmo e ineptitud. Históricamente, la derecha, la que no esconde, o esconde poco, su condición de derecha, nunca ha mejorado las condiciones de vida de la mayoría trabajadora de forma voluntaria. Ha sido con la presión social que han tenido que aceptar, y mantener derechos sociales y laborales. Hoy, al aceptar el PSOE las tesis del neoliberalismo, las del capitalismo ya las había aceptado en la totalidad mucho antes, su política se unifica y confunde con la de la derecha formal. Y nos encontramos que un país, hasta hace 3 años calificado por Zapatero de campeón de la economía y ejemplo de modernización, despierta brutalmente con un 21% de paro, con recortes salariales, de las pensiones, de los derechos, y con precariedad laboral y social. Y los principales causantes de todo ello, con prepotencia y chulería continúan gobernando sin pasar por las urnas, tomando café y pastelillos en La Moncloa y dando consejos al Presidente del gobierno.
Es en este momento cuando irrumpe en escena una movilización embrionaria, con consignas que pueden parecer confusas y contradictorias.
Es en este momento que irrumpen en escena unas plataformas que convocan movilizaciones. Decir, en primer lugar, que estas convocatorias sustituyen a las casi inexistentes convocatorias sindicales y políticas. Sólo IU y el PCE, de forma clara, han hecho varias convocatorias contra los recortes y contra la guerra. ¿Qué opinar y qué hacer ante movilizaciones que no llevan el sello clásico al que estamos acostumbrados? Primero, analizar y valorar, y segundo, contribuir a potenciarlas e impulsarlas si tienen objetivos y orientaciones correctas. Las manifestaciones del 15M, y posteriores, han tenido en los jóvenes el principal protagonista. El clima que se respiraba en ellas, las consignas orales y escritas y la orientación general respondían a una realidad laboral y social muy difícil, para la clase trabajadora en su conjunto y, en especial, para los jóvenes que, con estudios universitarios o sin ellos, tienen extraordinarias dificultades para acceder a un trabajo, como indica el más del 40% de ellos y ellas en paro. No digamos ya, tener un puesto de trabajo estable que genere derechos sociales. Reivindican cosas concretas: trabajo, estabilidad, derechos, posibilidad de vivienda. Y junto a ello, sus denuncias y críticas tienen un sentido objetivo anticapitalista, a pesar de la ambigüedad y contradicciones de algunas de sus consignas y objetivos escritos. Por tanto, ni campanas revolucionarias al vuelo, ni descalificaciones sobre su carácter conservador y apolítico. Nuestra obligación es ver, analizar y contribuir a que este incipiente movimiento se consolide y fortalezca con contenidos y objetivos de lucha social objetivamente anticapitalista. No intentar tampoco domesticar , manipular, o utilizar con sectarismo estrecho, lo que puede ser un movimiento social importante, ya que se acabaría con él. Defender, con las formas adecuadas para ello, nuestra opinión para que no se quede todo en una denuncia abstracta y con un nivel de ambigüedad como es la de "ni banqueros ni políticos". Contribuir en lo que podamos a que este movimiento se consolide como movimiento plural y unitario en defensa de "otro mundo posible", lo cual empieza por cambiar lo peor y más dañino socialmente del neoliberalismo, como expresión más despiadada del capitalismo.
No pensar, ni actuar, creyendo que una conciencia anticapitalista nace espontáneamente de una lucha de clases primaria. Esto sería una concepción libresca, de almanaque seudorrevolucionario. La conciencia crítica y anticapitalista es fruto de un proceso, en el cual la experiencia vivida y analizada, la elaboración política de esta experiencia y el compromiso organizativo, desembocan en una línea política y en un programa no sólo reivindicativo de lo elemental, sino de cambio social de fondo. Es pasar de la aceptación del capitalismo y de la democracia domesticada a una orientación socialista y a una democracia participativa, que no deje la economía en manos de los que la utilizan en su provecho y la hunden.
(Publicado en el número 237 de Mundo Obrero, junio 2011)
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