Ultimamente se habla en un tono especialmente despectivo de la clase política como la causante de todos los males. Yo no voy a defender a la clase política, entendida ésta como una verdadera casta que defiende unos intereses determinados y pretende suplantar al pueblo, representarlo en exclusiva, y estar con él, sin contar con él y a pesar de él. Yo, que estuve en el sindicalismo y la política en la clandestinidad, cuando no había elecciones ni derechos de expresión y manifestación, y sí palos, cárcel y pérdida del trabajo, y he sido posteriormente diputado en el Parlamento catalán y en el Congreso de los Diputados, además de tener otras responsabilidades políticas, afirmo que nunca me he sentido miembro de la clase política, entendida ésta como casta política. Con ello quiero significar que es necesario afinar más cuando se habla de los políticos. Ni todos son igual, ni todos defienden lo mismo. Es más, es imprescindible empezar a aclararnos sobre la política, las ideas, los partidos y la sociedad en su conjunto y complejidad.
Vamos a intentarlo. Lo haremos empezando por hablar de una figura que se ha utilizado en la historia y en la literatura social: la pirámide humana. Una pirámide que no existe en un limbo humano de igualdad y carencia de contradicciones, sino en un sistema concreto llamado capitalista. Un sistema que tiene diversas formas de funcionamiento, según el momento histórico que vive y las facilidades o dificultades que tiene para reproducirse. El capitalismo ha actuado, y actúa, con democracia formal, con dictadura blanda o dura, con represión sangrienta o suave. Nunca ha actuado en una democracia económica y política verdaderamente representativa en la que predominase por encima de todo el sentido colectivo, la posesión y disfrute de todos los bienes por toda la sociedad, la corresponsabilidad del trabajo, sabiendo que los beneficios de éste serán para el conjunto. Si el capitalismo actuase en una sociedad que, por lo descrito, sólo puede ser socialista, dejaría de ser capitalista.
La clase poseedora, que siempre ha explotado la fuerza de trabajo, en el último periodo de ha convertido en la clase poseedora-saqueadora, con el desarrollo del mercado y la globalización neoliberal y la absoluta liquidación de controles políticos. Una clase poseedora, consciente de sus intereses y de cómo defenderlos, con instrumentos de coerción, dominio y alienación a través de la propaganda de sus medios de comunicación, puestos al servicio de imponer su verdad y crear la mentalidad afín a sus intereses.
En el otro lado, la clase que vende su fuerza de trabajo, diversa, por los efectos de la revolución científico-técnica, dispersa y desorganizada por la progresiva individualización, y habiendo asumido progresivamente muchos de los valores del consumismo impulsado por el neoliberalismo capitalista. Una clase, en la cual incluimos a autónomos y pequeños empresarios y emprendedores, que forman parte de la clase trabajadora en general y que, muchas veces, tienen tantos problemas económicos y sociales como los propios trabajadores y trabajadoras asalariados. Una clase con débiles instrumentos de defensa, de rebeldía, de comunicación y de contrapoder. Una clase que ha ido perdiendo progresivamente la capacidad de organizar, educar socialmente e intervenir en los asuntos económicos, sociales y políticos por la actitud de aceptación del sistema como lo único posible. Pongan ustedes los nombres propios y de organizaciones sindicales y políticas y a los sectores, otrora creadores de opinión, que ahora van de la zeja al manifiesto, del PSOE a la SGAE, de la retórica democrática con leves tintes izquierdistas a la aceptación normal de lo que hay, frente a lo que consideran los aventureros pasados de moda que todavía creen que es posible cambiar. Nuestra pirámide, como todas, tiene los diversos escalones. Los hay que ganan en un año, o en menos, lo que otros/as tardan toda la vida. Y van de izquierdas. En el último periodo hay movimientos que están contribuyendo a desatascar la situación. Se trata de trabajar en ellos defendiendo las ideas propias y reforzando la idea de que es posible avanzar en otra via que la que ha impuesto el capitalismo.
Leer en la Red Voltaire "La masacre de Sornam" de Thierry Meyssan. Y en Rebelión "Demandas populares internas, agendas políticas externas", Nassar Ibrahim.
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