COSAS QUE OCURREN EN VERANO, EN
PRIMAVERA, OTOÑO E INVIERNO.
Hacía calor, mucho calor. Debajo de un árbol del camino que bajaba del
monte se había sentado hacía un buen rato el ya cansado andarín Pachín, el de
la huerta de los perales y alcachofas, ya semi jubilado de sus funciones de
ordenador de cultivos. Alzó los ojos y vio a una bien plantada, bella y recia
mujer bajando por el polvoriento camino. Iba sola, o parecía ir sola, aunque
más atrás parecían seguirla en silencio hombres a pie y en coches que marchaban
lentamente. Al acercarse, Pachín fue reconociendo los rasgos de la mujer y
recordando que se había marchado a convivir con los hombres de la montaña la
primavera de un año antes de manera silenciosa buscando un horizonte cercano
más propicio a la alegría y a sus deseos vitales y profesionales. Bajó la
cabeza para pasar desapercibido ante ella, cosa que consiguió sólo a medias
porque ella hizo un movimiento de aproximación e incluso balbuceó un tímido
saludo amistoso, que se perdió en el vacío.
Pasado este breve incidente Pachín empezó a reflexionar sobre los hombres
de la montaña que seguían a la mujer, extrañado de que hubiesen abandonado la
seguridad de sus territorios, prácticamente una posesión en exclusiva ya que
nadie subía allá, por su lejanía pero, sobre todo, por las extrañas
informaciones que llegaban sobre su carácter arisco, agresivo y enemigo de
convivencias ya que su aislamiento se había producido en los momentos más
álgidos de la desconexión de los hombres de la costa, amplia mayoría en la sociedad, en la defensa de sus
derechos, cuando estos sufrían el más brutal ataque del capital, encaramado
éste en sus más brutales formas de dominación. La gente de la costa les miraba
asombrada ya que estaba convencida de que se habían marchado para siempre con
sus ideas radicales, al encontrarse aislados en una pequeña minoría. La gente
de la costa consideraba que ya no eran hombres de su mundo de centros
comerciales cargados de chucherías, de sus playas, merenderos, ropas ligeras y
conversaciones sin trascendencia que no exigían pensar.
¿Por qué habéis vuelto, si os habíais ido voluntariamente, os olvidasteis
de algo? Les preguntaron un grupo encabezado por la alcaldesa. Volvemos,
contestó uno, porque esto no puede continuar así. Os están liquidando un montón
de cosas aparentemente insignificantes, que fueron el resultado de movimientos
humanos, sociales y culturales que no se conformaron con los residuos o sobras
de la mesa, sino que arrancaron hilachas de las escandalosas fortunas de los
que lo poseían y lo derrochaban todo.
Volvemos porque habéis vuelto a las madrigueras del miedo y la pasividad, sois
como cáscaras vacías. Y cualquier palabra, lamento, denuncia, que nos llega,
nos trae recuerdos que nos dejan desamparados ante la vida al ver el desamparo
que se os ha caído encima sin resistencia. Se debe alzar de nuevo la vieja voz
de la exigencia, de lo común frente a lo tuyo-mío y acabar con suplicas y
humillaciones. Recordad la historia, escrita la mayoría de veces a base de sacrificios,
sangre, silencios, cobardías, desprecios y hasta denuncias de los que nunca
claudicamos.
Pequeños grupos se iban formando, comentando, discrepando y también
aproximando sus opiniones, cuando el hasta entonces silencioso Pachín que, sin
esconderse, no había estado visible, salió de su discreta actitud y dijo en
palabras cortas, concisas y contundentes,
con voz tranquila: “ Habéis perdido lo que tanto costó ganar. Os
habéis dejado arrastrar a la insignificancia social y humana, os han arrancado
personalidad y palabra. Estos hombres de la montaña, iguales en derechos,
necesidades y vocación a vosotros, hombres de la costa, sólo os quieren
explicar de nuevo cómo debe funcionar una sociedad más libre y justa, que no se
somete, que pelea, que crea fraternidades o, como mínimo, solidaridades entre
todos sus miembros y no permite que una ínfima minoría, con el silencio cobarde
de la mayoría, os someta eternamente”.
Las personas, grupos de mujeres y hombres cada vez más numerosos, asentían
gradualmente, algunos bajaban la cabeza avergonzados, daban un paso al frente.
Al final, se juntaron todos, y decidieron formar un primer núcleo para
encargarse de difundir la información, coordinarse, y proponer ideas y actos
para llevarlos a cabo por todo el colectivo. Un joven camarero, con dos
carreras, que antes había enseñado filosofía y música en un instituto y que
destacó por la precisión de sus observaciones y propuestas, fue elegido
coordinador. Establecieron un método organizativo y temporal para reunirse y
tomar decisiones y se fueron disolviendo.
Entonces Pachín se acercó a Amaya José y ya directamente, “Joder, no te veía desde entonces. ¿Qué ha sido de tu vida?” “Me casé dos veces”, contestó Amaya José. Ahhh, veo que no pierdes el tiempo, y ahora, ¿qué haces? Vivo en la tranquilidad serena y plena de mi vida, reconciliada conmigo misma y con una visión abierta a todo, familia, amigos, profesión que me gusta, intelecto, deporte. Pues me alegro por ti, es lo mejor que se puede hacer, estar reconciliado con uno mismo. Un abrazo y un beso sellan el nuevo encuentro, antes de despedirse.
Entonces Pachín se acercó a Amaya José y ya directamente, “Joder, no te veía desde entonces. ¿Qué ha sido de tu vida?” “Me casé dos veces”, contestó Amaya José. Ahhh, veo que no pierdes el tiempo, y ahora, ¿qué haces? Vivo en la tranquilidad serena y plena de mi vida, reconciliada conmigo misma y con una visión abierta a todo, familia, amigos, profesión que me gusta, intelecto, deporte. Pues me alegro por ti, es lo mejor que se puede hacer, estar reconciliado con uno mismo. Un abrazo y un beso sellan el nuevo encuentro, antes de despedirse.
Marché de nuevo. La escritura estaba solitaria, tal como la había dejado
por la mañana, la ventana daba al mar, el cielo se confundía con el azul
blanquecino de las aguas marinas, las hojas de los árboles de enfrente se
movían bailando un vals. Pasa un tren.
Y pienso en las cosas, las casas, las calles que nos sobrevivirán. Y vuelvo
la mirada a las personas de mi alrededor, a las que pasan por la calle, a las
que están lejos. Recuerdo sus caras, palabras, sentimientos. Soy de su mundo.
BON ESTIU, BUEN VERANO. LO QUE QUEDA DE ÉL VIVIDLO BIEN.
( Cuento que no interesa a nadie, o a casi nadie.)
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