No debería sorprenderme ni extrañarme, pero todavía me sorprende y extraña: En los Juegos Olímpicos, en teoría fiesta de fraternidad, convivencia y emulación pacífica entre personas y pueblos, hay demasiado negocio, manipulación política y oportunismo para ganar a toda costa y cómo sea. De esta concepción vienen fundamentalmente los dopajes que implican a personas y países, prostituyendo el sentido deportivo con tal de ganar, algo que se debe cortar de raíz. El olimpismo, entendido como intercambio de habilidades deportivas, humanas y, como no, compitiendo entre ellas como contraste personal y colectivo entre diversas formas de preparación atlética y artística, de esfuerzo y hasta de sacrificio, debe ser, aunque parezca ingenuo por mi parte, juego limpio en todo. Debiendo tenerse en cuenta, además, que actualmente refleja los diversos niveles de desarrollo económico y social entre países altamente desarrollados y otros empobrecidos, una injusticia fruto de la explotación y saqueo en que se ven sometidos muchos pueblos, de los enfrentamientos y guerras y consecuentemente con todo ello, hasta de las maneras diferentes de enfocar la vida, o la subsistencia.
A pesar de ello, Yulia Efimova, tetracampeona del mundo de natación sufrió el desprecio del público, especialmente del yanqui y de sus propias compañeras de competición, cuando ganó la medalla de plata en la prueba de los 100 metros pecho. Ha ocurrido algo parecido con un medallista chino. Son sólo dos muestras, hay más afectando a otros/as participantes.
DESEO ¿INGENUO? QUE LOS JUEGOS OLÍMPICOS SEAN LUGAR DE ENCUENTRO ENTRE PUEBLOS Y PERSONAS.
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