Para los bienintencionados inventores de nuevas realidades acomodadas a un pensamiento de optimismo izquierdista infantil, que interpretan alegremente unos datos genéricos sobre hechos y personas y se inventan una realidad y la creen, crédulos incautos que hablaban de la era Trump como si de una revolución democrática en EEUU y en el mundo se tratara, no deben salir de su permanente sorpresa al ver a este personaje no parar en sus dinámicas más reaccionarias.
Tump pasa de impulsar y reconocer Jerusalén como capital de Israel, vulnerando todas las leyes internacionales y los derechos de los palestinos, al reconocimiento ahora de los altos del Golán sirios como propiedad del Estado nazi-sionista de Israel. En las dos ocasiones el sionista Netanyahu y el imperialista de nuevo cuño, Trump, han sellado la fechoría con abrazo. Mientras, en los intermedios hace un intercambio de camisetas de fútbol con el fascio-nazi Bolsonaro como reconocimiento de lo bien que aplica este sus políticas contra Venezuela y los países que luchan por su independencia, soberanía nacional y la emancipación social, al tiempo que encarcela a Lula, persigue a los comunistas y a la izquierda brasileña y declara que Brasil celebrará el aniversario del trágico golpe militar de 1964.
Trump es la quinta esencia de las peores políticas de corte fascista e imperial del capitalismo norteamericano, practicadas tanto por los gobernantes y dirigentes del Partido Republicano como por los del Partido Demócrata. Sus políticas son parecidas a las que aplicaban ambos partidos con Reagan, los Bush, Bill Clinton, Obama-Clinton, con las variantes, diferencias y matices que había en las situaciones de cada momento. Pero la realidad es que en el marco de la llamada democracia liberal norteamericana, puro neoliberalismo con pocos rasgos sociales incluso para el trabajador norteamericano, neoliberalismo acompañado de las intervenciones violentas, guerras, bloqueos y saqueos internacionales pertinentes, a conveniencia de las necesidades de la clase dominante y de los oligopolios poseedores de todas las riquezas, Trump es una versión más de lo mismo, con máscaras diferentes según los casos, como si de un carnaval se tratara.
Conclusión: Trump es un producto más del sistema yanqui, igual o parecido a sus predecesores, un tipo de ademanes más grotescos, actitudes más esperpénticas o cómicas, y millonario con los mismos métodos de corrupción que el sistema permite a todos los testaferros del poder económico y las finanzas.
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