Lo expresé hace meses, quizás un año ya. Hablaba principalmente de la realidad política española, catalana incluida, no faltaría más, y también de lo que estaba ocurriendo en el mundo. A nivel internacional constataba que en los campos económicos, sociales, de la paz y la guerra, de la imprescindible colaboración en las relaciones internacionales y de la necesaria liquidación de todo tipo de imperialismos y nacionalismos egoístas y opresores, había una situación compleja y cada vez más peligrosa. Había también una clara negación de la ficción creada por Francis Fukuyama referente a que la caída de la Unión Soviética significaba el fin de la historia como lucha de ideologías, el triunfo del capitalismo y la democracia liberal, el fin de las guerras y revoluciones y abría un proceso de convivencia, colaboración, paz y respeto a la soberanía e independencia de cada país bajo la batuta del poder dominante único. No entro en la polémica sobre esta ficción reaccionaria del representante "intelectual" del capitalismo, en su fase neoliberal más despiadada, ya que los datos de lo que ocurre actualmente en el mundo están al alcance de toda persona que tenga un mínimo interés en ello.
Y paso a la realidad española. Decía hace tiempo que al contemplar, vivir y sentir lo que estaba ocurriendo en Catalunya en aquellos momentos, sentía pena, dolor, vergüenza y temor. Nunca hubiese imaginado que la realidad que viví en la lucha solidaria y unitaria contra el franquismo, por los derechos sociales y políticos democráticos y, en concreto, por los de Catalunya, poniendo énfasis en la recuperación del Estatuto de Autonomia de 1932 como expresión concreta de estos, lucha en la que no participaba de forma significativa ninguna opción u organización independentista, acabase en el caos nazional-secesionista actual. Un caos peligroso ya por haber fragmentado y enfrentado a la sociedad catalana, entre catalanes de pura cepa identitaria en defensa de la independencia de Catalunya frente a los traidores españolistas y fascistas y a la ladrona y pérfida España. De lo cual se desprende un sentido de puro egoísmo patrimonial, anti solidario y anti obrero. Una inercia en la que, dirigidos e instrumentados por los que siempre han detentado el poder económico, de acuerdo con Franco, con el PP o con quien gobierne en cada momento, haciendo las políticas más conservadoras, han caído amplios sectores populares catalanes, a los que se les embaucó cuando al empezar los drásticos recortes sociales con el pretexto de la crisis, los gobernantes catalanes fueron los primeros en aplicar las políticas más anti sociales y anti laborales, algo que sirvió de ejemplo para ponerlo inmediatamente en marcha en toda España. Y aquí empezó la aventura independentista, mintiendo y manipulando sobre la realidad y diciendo que los recortes eran porque España robaba a Catalunya y que con la independencia y las finanzas propias todo volvería a ser maravilloso como antes. Los medios de comunicación catalanes, en especial TV3 y Catalunya Radio, que ya tenían un sesgo, se convirtieron en medios de propaganda al más viejo estilo franquista, en lo cual continúan.
Decía hace un tiempo que al ver lo que estaba sucediendo en Catalunya sentía pena, dolor, vergüenza y temor. Pues continúo sintiendo lo mismo agravado por todo lo que sucede ahora mismo. Por un lado, esta situación ha generado un importante renacer de algo que era absolutamente minoritario y marginado: la extrema derecha fascio-nazionalista españolista y franquista, anti comunista, anti democrática y anti catalana. O sea, que podemos agradecer al nazional-secesionismo de Catalunya de haber contribuido a reflotar con fuerza un movimiento tan reaccionario como VOX y sus entornos, potenciado por la extrema derecha de EEUU y de Europa, con Stephen Kevin Bannon a la cabeza.
En un mismo sentido de degradación del sistema democrático más elemental, el juicio del "Procés" a los políticos independentistas que habían echado a la papelera Constitución, Estatut, instituciones y normas de funcionamiento democrático, demuestra hasta que punto este movimiento reaccionario ha llegado a niveles de degradación cultural, social y política. A veces, hasta da vergüenza ajena, o propia, contemplar el espectáculo y uno piensa, ¿es posible que estas personas hayan sido elegidas para gobernar Catalunya y se crean las fábulas que cuentan? Y más grave aún, los que todavía están dispuestos a votarles, se las creen también. Siempre había pensado que, independientemente de la ideología u opción política que uno defendiera, habría siempre un cierto sentido de la realidad, de lo verdadero o falso, y del ridículo. Me sorprende todavía que no sea así, que amplios sectores se crean milongas de parvulario.
Es por todas estas cosas que siento cansancio cuando miro a mi alrededor. Y no tengo otro. Por ello, continúo haciendo cositas para intervenir algo en la realidad y contribuir a cambiarla un poco para poder construir algo diferente. Por eso, colaboro a que resurja una izquierda real, después de la práctica desaparición de la que tenía que haber encabezado un proceso de regeneración democrática, de lucha contra los nazionalismos en la perspectiva de una España republicana y socialista, por el internacionalismo, la fraternidad entre los pueblos y la paz. Una "izquierda" que ha acabado en fragmentos peleando patéticamente por el silloncito particular.
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