A los jefes de VOX que quieren hacer retroceder España a una Dictadura cutre de palo y silencio, al facineroso Ortega Smith que vomita su miseria moral y política contra las "13 Rosas" que sus criminales antecesores asesinaron; a los degenerados subalternos medios que como Fidel Valcarce, de VOX de Bétera en Valencia, para justificar su voto en contra del homenaje a cuatro vecinos del pueblo que fueron confinados en los campos de exterminio de la Alemania nazi, tiene el cinismo, merecedor de presidio, de decir "...igual sufrieron los de un bando que los del otro", poniendo al mismo nivel a los verdugos nazis, responsables de millones de crímenes, que a los que lucharon contra el nazi-fascismo y fueron internados, torturados y asesinados. No pongo de momento más ejemplos de los muchos que ha dado en poco tiempo la extrema derecha de VOX, apoyada por la derecha del PP y de Cs, potenciada por la derecha nazionalista catalana y secundada por la inutilidad verborreica de la "izquierda" palanganera.
Pero sí quiero hablar de algo que se está desarrollando estos días en Madrid, por obra y gracia del gobierno de las derechas: Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad, y José Luís Martínez Almeida, alcalde, reciben al golpista venezolano Guaidó. Y al mismo tiempo Felipe González clama que este individuo es el presidente legítimo de Venezuela, mientras Pedro Sánchez, que ya reconoció a Guaidó hace un año, ahora se mantiene en segundo plano discreto y envía a recibirle al ministro de Exteriores. Hace tiempo que los dirigentes del PSOE han coincidido con la derecha en defender a los golpistas venezolanos. Ahí están las fotos que lo atestiguan. Y la "izquierda" pone el grito en el cielo contra la derecha, como lo pongo yo, pero olvida fácilmente esos hechos y aquellos tiempos en que Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, recibía al padre del golpista Leopoldo López, celebraba la salida de su embajada en Caracas de Lilian Tintori, esposa de López, y pedía la libertad de los golpistas Capriles, Ledezma y compañía. O sea, que se hace lo mismo sin dejar de hacer el discurso que interesa a cada cual y en cada momento, sea verdadero, falso, o una cosa y la otra.
O sea, que es casi un deber mandar a la extrema derecha y a sus ayudantes al sumidero, pero para que ello sea posible es imprescindible la existencia de una izquierda, sin comillas, que recupere plenamente su sentido ético, un discurso y una práctica veraz y creíble que elimine la retórica inútil y descarte el cinismo, la mentira y el oportunismo arribista. Es lo único que puede recrear la imagen de la política ante la ciudadanía como el instrumento colectivo para cambiar las cosas en sentido social.
O sea, que es casi un deber mandar a la extrema derecha y a sus ayudantes al sumidero, pero para que ello sea posible es imprescindible la existencia de una izquierda, sin comillas, que recupere plenamente su sentido ético, un discurso y una práctica veraz y creíble que elimine la retórica inútil y descarte el cinismo, la mentira y el oportunismo arribista. Es lo único que puede recrear la imagen de la política ante la ciudadanía como el instrumento colectivo para cambiar las cosas en sentido social.
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