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viernes, 2 de marzo de 2012

SOBRE PLANIFICACIONES DE LA ECONOMÍA.

LIBERTAD PARA LOS 5 PATRIOTAS Y ANTITERRORISTAS CUBANOS PRESOS EN EEUU.

ALGO SOBRE PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA DE LA ECONOMÍA.
En economía no hay fórmulas mágicas para que ésta sirva de manera razonable a sus objetivos. No hay fórmulas mágicas pero sí diferencias substanciales entre unos objetivos u otros, entre los de la planificación en sí y los de la planificación democrática, entre una economía capitalista y otra orientada al socialismo. El capitalismo también planifica a nivel general el desarrollo industrial mediante la organización del trabajo, y planifican los grupos empresariales y empresas. Es un tipo de planificación de la producción para el mercado, en el cual se desarrolla la competencia total entre países, grupos empresariales, financieros y empresas, para copar el máximo de cota de ese mercado. Así ha funcionado hasta ahora la planificación capitalista y así continuará funcionando, siendo, por tanto, una planificación para el beneficio privado, sin ningún sentido social ni democrático.
La planificación democrática de la economía tiene un objetivo principal: Organizar la producción según las necesidades colectivas y las posibilidades técnicas y productivas de crear la riqueza y los servicios para satisfacerlas y distribuirlo de manera justa. Para ello interesa, además de conocer las necesidades y recursos reales y potenciales, tomar decisiones para decidir qué se produce, dónde se produce y cómo se produce, ya que si hasta hace unos años sólo se trataba de producir y vender sin importar el coste social y ecológico, el consumismo que ha desencadenado el capitalismo en el mundo económicamente más desarrollado, en muchos casos de cosas superfluas y a costa de la explotación, pobreza y miseria de mucha gente, hace imprescindible la racionalización de la producción, la distribución y el consumo. Está claro que esto sólo puede conseguirse con un principio de planificación democrática. Continuar como hasta ahora es aumentar el caos económico-financiero y social actual, con sus secuelas de violencia y guerra. Por tanto, en el plano internacional no hay otro camino que ponerse de acuerdo en las grandes líneas de lo que el capital llama crecimiento, otras actitudes más sociales y ecológicas desarrollo económico sostenible, e índice de desarrollo social y humano justo nosotros, como la única forma de superar progresivamente lo actual por un sistema que, además de hacer frente a las urgencias más dramáticas y perentorias de la humanidad, sea capaz de construir una nueva realidad más inteligente por aprovechar de manera justa los recursos humanos, materiales y económicos sin más desgarros sociales ni más destrucciones de una tierra que está al borde de su capacidad. Hasta aquí el plano general, plano imprescindible como marco y referencia para abordar el problema en cada ámbito regional o en cada país, ya que, guste más o guste menos, la llamada globalización marca todas las decisiones y acciones. La planificación democrática de la economía en general, de producirse, y no hay otra alternativa a la larga, va a tener que analizar cada realidad diferente, con toda sus complejidades, sin pretender aplicar recetas iguales en todos los casos, aunque los principios básicos sean universales: crear la riqueza material y espiritual de forma justa para todos los pueblos y personas, sin destruir la tierra.
En cuanto a nuestra realidad en concreto, teniendo en cuenta también la europea, debe haber un cambio de timón de 180 grados, después de constatar que las políticas del PP y del PSOE, seguidas y aceptadas por todo el mundo, y basadas en un tipo de "crecimiento" fundamentado en la irracionalidad económica del fomento de la construcción de casas y obras innecesarias, con la consiguiente destrucción de costas y paisajes, lo que ha desarrollado la especulación y el endeudamiento con el señuelo de la propiedad inmobiliaria y el ahorro; políticas que han reducido y estancado la investigación y la industria y potenciado el juego de casino financiero, lo que, en conjunto, nos ha llevado al mayor fracaso económico y social de la UE, con niveles de paro, de precariedad y de inseguridad alarmantes. Ante la situación creada en un largo proceso, con la degradación acelerada de los últimos años, a los partidos del bipartidismo, PP y PSOE, y a sus aliados , no se les ocurre pensar que su sistema es erróneo y caótico económicamente, socialmente empobrecedor y marginador, y politicamente degradador de la conciencia ciudadana, por todo lo cual debe cambiarse con urgencia y sin pausa, sino que hacen recaer la responsabilidad de su crisis sobre los que venden su fuerza de trabajo en el mercado, ya que esos tienen demasiados derechos y servicios públicos y deben reducirse. Y ahí empieza el baile de los recortes, no sólo en España, sino en toda Europa y en general. Los propietarios principales de la riqueza y de los medios de propaganda, que en un primer momento de la actual crisis quedaron perplejos, al ver que su maravilloso mundo de globalización neoliberal, con los estados a su exclusivo servicio, se desmoronaba, echaron mano, como siempre ha hecho el sistema capitalista, de la reducción de condiciones de vida y de trabajo. En España, a la privatización de las empresas públicas, ya practicamente concluida, le siguió la de los servicios públicos, ya muy avanzada en aspectos como la privatización, o "externalización" , de servicios, la concertación u otras formas de llegar a la privatización sin infundir sospechas. Es por todo ello, además de por razones de fondo, que la defensa de lo público, frente a la ofensiva para su liquidación, se convierte en un elemento imprescindible de la más elemental política de izquierdas. Y lo público engloba los servicios esenciales (educación, sanidad, justicia...) y los sectores empresariales estratégicos (agua, energía, banca, transportes...) En lo citado no puede haber ninguna concesión más a un modelo de privatización que ha demostrado sobradamente que es más ineficaz, más caro y más injusto. Se deben impedir más privatizaciones como la del Canal de Isabel IIª, que está llevando a cabo, si no lo impedimos, el gobierno ultraconservador de Esperanza Aguirre, pero además de impedir más privatizaciones, debe haber, como una parte esencial de un programa de izquierdas basado en los derechos al trabajo y a los servicios esenciales, una amplia ofensiva para recuperar plenamente el carácter público de empresas que ya demostraron su eficiencia y beneficio para las arcas públicas y servicios públicos que son la base para una sociedad menos injusta. Ello debe hacerse de forma progresiva, centrándonos en lo que es más necesario ahora y teniendo en cuenta las experiencias negativas que también ha habido en el control burocrático de todo y en la formación de las administraciones públicas. Para poner un ejemplo concreto: falta personal sanitario y educativo competente y con vocación por su trabajo y sobran muchos consejeros/as y ejecutivos como esos y esas que últimamente están escandalizando con sus sueldos y pensiones millonarias. Considerando en principio que lo público en todo debería ser lo más justo, no prescindir de que ello exige un nivel de conciencia social crítica, hoy inexistente, y un desarrollo de las fuerzas productivas y de los servicios en el cual se vaya fortaleciendo el sentido colectivo democrático de la propiedad.
En todo caso, en esa larga fase actual, para la economía privada deben haber leyes y normas claras y concretas que faciliten su desarrollo, eficacia económica, respeto ambiental, servicio social y control democrático. No se trata hoy de hablar de los diversos procesos de desarrollo económico, como el que se produce en Cuba para superar estancamientos en la producción de bienes y servicios. Nosotros debemos hacer nuestro propio camino a partir de nuestra historia, realidad y experiencias, algo que hoy pasa por oponerse radicalmente a las políticas privatizadoras y antisociales del PP como antes hicimos, con menos fuerza de lo necesario, con las del PSOE.