- Antes del pasado domingo, 14 de febrero, los medios de información y propaganda nos aburrieron con la ceremonia de los Goya, como si este evento frivolo y mundano fuera a sacarnos de la indigencia o mediocridad cultural en la que estamos inmersos. No tengo nada contra actos sobre cine, o sobre cualquier otra expresión artística, que informen, debatan, divulguen, orienten o creen. No fue este el caso de la ceremonia,que con el nombre paga. El asunto me importaría un bledo si no fuera que el derroche económico, pagado con dinero público, y el diseño y lujo me parecieron obscenos, en un momento de graves problemas sociales, agudizados por la crisis y el paro, de lo cual no habló nadie. Un silencio cómplice ante el poder, presente en el acto,no faltaría más. En resumen, más pan y más circo.
Nuestras ideas no son el pasado, son de un futuro apremiante, pero como decía Walter Benjamin: "Encender en el pasado la chispa de la esperanza presente"
miércoles, 17 de febrero de 2010
Breves notas sobre los premios Goya
jueves, 11 de febrero de 2010
Con Haití: Solidaridad y verdad
El pueblo de Haití acaba de sufrir el zarpazo de la muerte y la destrucción, en forma de terremoto. Un fenómeno natural se ha abatido sobre uno de los pueblos más empobrecidos del mundo, más desarbolado socialmente y menos organizado en infraestructuras, servicios e instituciones imprescindibles. Ante esa debilidad el efecto del terremoto ha sido demoledor en un primer momento al producirse y posteriormente en los días siguientes. Es imposible hacerse cargo del dolor, del sufrimiento, del desamparo que tienen y sienten miles y miles, millones, de hombres y mujeres, de niños y niñas. Sólo podemos aproximarnos a su situación si somos capaces de extraer de nuestra emoción y de nuestra inteligencia el sentido de solidaridad humano más profundo y activo. Ello significa hacer todo lo posible hoy para mitigar su desgracia y exigir y contribuir a que el pueblo haitiano tenga un futuro más humano, más justo y más digno que su actual presente.
Para que esto sea realizable en el tiempo más breve, es imprescindible una planificación extraordinaria de la ayuda actual, para aplicarla con urgencia y efectividad, y de la ayuda a medio y largo plazo para contribuir a construir una realidad social diferente. Y sin ninguna vocación de lanzar acusaciones o críticas sin fundamento, vemos que todo se está haciendo de la misma manera que se ha hecho en otras ocasiones, en Haití, en Managua en la década de los 70, y en otros lugares en los que la solidaridad material de la gente se ha desperdiciado o ha servido para enriquecer a unos cuantos delincuentes y corruptos con poder económico o político.
Nosotros defendemos las soluciones más rápidas en el tiempo más breve, porque el sufrimiento de la gente no espera. Es por ello que nos preguntamos ¿por qué desde el primer momento de conocer los efectos del terremoto, no se articuló una organización territorial de la zona más afectada y de los accesos a ella, con puntos sólidos de recibo y reparto de víveres, agua, medicinas y con capacidad para coordinar los trabajos a realizar desde el primer momento para solventar los problemas derivados de miles de cadáveres en las calles y bajo los escombros?
Se ha situado en primerísimo plano el papel militar de los EE.UU., (
Un ejército, el de EE.UU., y el de
Como anécdota sin más trascendencia: al segundo día del terremoto la corresponsal de TVE en
Los gobernantes de EE.UU., sus políticos y militares conocen las realidades de Haití desde hace mucho. Los funcionarios de
Sabemos que un terremoto de las dimensiones del de Haití es mortal, pero sabemos también que cuanto más miserables sean las condiciones de vida de una población, más terribles serán las consecuencias cara al futuro. Los buenos sentimientos, la solidaridad, la ayuda al desarrollo sólo pueden tener un sentido: mejorar la vida de la gente, hacerla digna y crear las condiciones para que cuando haya un desastre material éste no produzca una hecatombe humana y social como la que está viviendo el pueblo haitiano, con el cual sentimos su dolor y contribuiremos a hacer lo posible para mitigarlo. Pero debe quedar claro: Son las NN.UU. las que deben coger la responsabilidad de organizar y dirigir la ayuda, ahora y después. De un ejército como el norteamericano, acostumbrado a las intervenciones imperialistas y, en algunos casos, terroristas, no se puede esperar ningún futuro alentador para el pueblo de Haití.