El ulular del viento convertía la noche en un agónico gemido. Las paredes amagaban resquebrajarse y los objetos interiores parecían fantasmas asustados. En la calle húmeda se esparcían las ramas deshojadas. Un coche pasaba rápido,como huyendo,y tres sombras envueltas en acharolados abrigos imitaban el deslizar de las lechuzas. Una noche invernal en un paisaje desprovisto de calor humano,que invita al recogimiento interno,pensó el poeta,funcionario de oficio,dando pasos cortos por la habitación y miradas fugaces al exterior. Una noche de perros,fría,solitaria,que vacía el sentimiento,pensó el prosaico obrero precario,en fase de pronto paro,que a las pocas horas debía ir a trabajar a aquella nave tan parecida a un ventisquero. Ambos habían compartido frugal cena y discusión sobre la crisis que,desde hacía meses,se cebaba en los otrora igualmente explotados pero más confiados trabajadores.
Se acostaron y al amanecer se levantan deambulando como figuras inquietas por los objetos dormidos de la noche.Una vieja cafetera humea al poco rato y unas tostadas de pan viejo crujen al ser untadas con la última mantequilla de la nevera. Luego,unos escuetos despidos abren la puerta a una calle desierta que todavía gimotea al viento nocturno. Marchan en direcciones diversas: uno,hacia la nave fría a realizar durante nueve horas el repetido apretar de tuercas en las carrocerías; el otro,hacia la oficina cálida en la que se amontonan papeles de gente parada,deshauciada,desgraciada,expectante de cualquier tipo de empleo o de una pequeña subvención para la subsistencia. En un caso,el ruido y el frío hacen soñar rincones soleados sin ruidos o una mesa con un humeante café al lado de la estufa; en el otro,los papeles saturados de miserias contenidas o desbordadas, invitan a la rabia o al distanciamiento pasivo,dependiendo del grado de sensibilidad humana o de degradación burocrática de cada cual.
Dos casos,dos personas,un amanecer compartido,dos espacios vitales,un horizonte cerrado. Asi empezaba el día,así empezó ayer,así será mañana. Quizá,pensó el ajustador de tornillos,al salir me tome un café con leche humeante y un croissant crujiente. Quizá,pensó el funcionario poeta,encontraré el verso definitivo,el que lo explique todo,el que me haga inmortal. Pero,sobretodo,uno y otro se razonaron internamente:que no empeore aún más la situación. Mientras,en las calles,plazas,pasillos del metro,bancos públicos...,se multiplicaba la imagen desolada de la miseria,el hambre y la humillación. Por la noche volverían a hablar de la crisis. ¿Solos de nuevo? Si la soledad humana sustituye definitivamente al encuentro social colectivo Ali Baba y los ladrones continuarán saqueando. Se llamarán mercado,como ahora,o democracia representativa,o capitalismo a secas.
Este escrito es ficción. La realidad es peor.
La realidad no es tan poética, la realidad es mucho mas cruda
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