A la derecha siempre le es más fácil dirigirse a la sociedad con sus propuestas, por una sencilla razón: porque se dirige a la parte más conservadora de la mentalidad humana, la más egoísta e individualista. La izquierda que quiere ejercer de tal lo tiene más difícil y coplicado ya que, además de pretender mejorar la vida concreta de la gente con sus propuestas y con la necesidad de que ésta se una, se organice y luche, tiene que hacer compatible al mismo tiempo lo urgente de la cotidianidad con el aumento de la conciencia crítica y la construcción de una alternativa de cambio social, sin lo cual lo conquistado hoy se pierde mañana con la primera crisis o mínima recesión del capitalismo. Esta ha sido la realidad permanente de la lucha de clases, que no es el enfrentamiento de media sociedad contra la otra media, sino el enfrentamiento social, cultural y político de unas ideas y un programa democrático de orientación verdaderamente socialista, contra la inercia del capitalismo, su mercado y su globalización neoliberal, que afectan y reducen las condiciones de vida de la inmensa mayoría . Si no se entiende que el capitalismo, hoy en su fase más brutal, ha producido degradación social, humana y ecológica, dificilmente se entenderá que es el causante del desempleo actual y de la reducción de derechos.
Hasta aquí la entrada al asunto de fondo de hoy: lenguaje y política. Si no somos capaces de expresar con la máxima sencillez los análisis más complejos en un lenguaje entendible, dificilmente se abrirán paso nuestras propuestas. Lenguaje entendible no significa simplificación de las cosas, sino manejar conceptos y palabras que sean asimilables para entender lo que hay y lo que proponemos. El mal panfleto, creer que con cuatro citas revolucionarias y descalificadoras del capitalismo, dichas con estruendo, llegamos al corazón de la gente, es irreal. Se debe llegar a la inteligencia de la gente y a las emociones de ésta con los argumentos, las razones y la imagen de honestidad. Es una tarea ardua, paciente, a medio y largo plazo. Es la única forma de avanzar construyendo y consolidando un terreno sólido. Tampoco se puede dar por sentado que el lenguaje utilizado por la "vanguardia ideológica", que muchas veces está compuesto de latiguillos, recurrencias y repeticiones es entendible y clarificador para la vanguardia social, sin la cual no hay amplios movimientos colectivos.
En resumen, si la gente a la que nos dirigimos no ve claridad, coherencia y honestidad en nuestras propuestas y acciones estamos estancados en un terreno de nadie, que es el terreno de los adversarios, de los que controlan la parte fundamental del poder económico, mediático y coercitivo. Ello es hoy más necesario que nunca ya que la crisis económica y social producida por el capitalismo golpea duramente, en todas partes, a los trabajadores y trabajadoras, asalariados, autónomos y pequeños empresarios, y a los sectores más débiles y marginados de la sociedad, mientras una minoría continúa enriqueciéndose como siempre y derrochando en lujo parasitario lo que es robado a la mayoría. Y la izquierda social, política e intelectual no avisó a tiempo y con contundencia de lo que se avecinaba. Y cuando estaba encima, no se llamaban las cosas por su nombre ni se emplazaba a la sociedad a la defensa de sus derechos con el único lenguaje que entiende el capital: la denuncia de lo que ocurre, del por qué ocurre y quienes son los responsables y la consecuente acción y movilización. El pasado sábado, 11 de Diciembre, empecé a oir otro lenguaje en el acto de IU en la sede de CCOO de Madrid, por parte de los dirigentes sindicales de UGT y CCOO, aunque en el conjunto del acto sobraron cosas que no añadían sabiduria y prolongaban el tiempo.
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