A los 200 años de nacer Marx, a los 170 de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista por Marx y Engels, y a los 100 de la Revolución de Octubre, es necesario revisar qué proponían y hacían los clásicos en aquel momento histórico y qué debemos decir y hacer en la actualidad. No trato de desarrollar una tesis, ni hablar un poco más extensamente de ello, ya que acabo de hacerlo en un artículo para un libro que saldrá próximamente, sino simplemente recordar y alentar a que se vuelvan a leer textos que son plenamente vigentes si se contemplan desde una concepción dialéctica, no dogmática ni de secta. En esa línea, es bueno recordar que después del Manifiesto se produjeron las diversas comunas, empezando por la de París, nació la Primera Internacional, vino la Primera Gran Guerra, la Revolución de Octubre y el nacimiento de la URSS como primer gran Estado del mundo que rompía con el capitalismo e iniciaba la construcción del socialismo, la IIª Gran Guerra con la derrota del nazifascismo, multitud de guerras imperialistas y golpismos conservadores y reaccionarios, el hundimiento de la URSS y del campo socialista, el desarrollo sin control democrático de ningún tipo de la globalización neoliberal y financiera con espectaculares derrumbes y retrocesos en las condiciones de vida y de trabajo de las clases trabajadoras.
En resumen, continúa vigente la afirmación rotunda del Manifiesto Comunista, "La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases". Sin despreciar los avances sociales y laborales que las luchas del movimiento obrero han conquistado, ni los cambios técnicos que se han producido en la composición de la clase trabajadora, la lucha de clases sigue siendo el motor de la historia. Este carácter de clase no se puede sustituir por conceptos erráticos, divagantes y hasta snobs que sustituyen el lenguaje en torno a la diferencia de intereses entre la clase trabajadora y la clase poseedora, o entre la clase explotada y la clase explotadora para ser más exactos, por expresiones populistas y abstractas que hablan de "no hay derecha e izquierda", "los de abajo y los de arriba", "la casta, la trama o la élite" y demás zarandajas que demuestran la inconsistencia elemental del lenguaje cuando éste se basa en un populismo sin base moral, ideólogica y política.
El populismo de la derecha es un puro instrumento del poder económico dominante que acompaña a las leyes más conservadoras que se imponen, al clientelismo y al amiguismo para comprar a quien se pueda comprar y para mantener a la gente quieta. El populismo de la izquierda es la total subordinación, a veces suplantación, del debate democrático, de la organización política, social y cultural por el caudillismo, que puede ser mejor o peor según la calidad del caudillo del momento pero que nunca podrá sustituir a un colectivo que piensa libremente y actúa organizadamente. No se puede derrotar a la derecha aceptando y utilizando las mismas armas de análisis y de actuación emanadas de la feliz idea de un caudillo iluminado, o de un grupito de amiguetes en posesión de la verdad, algo que en la izquierda de la cual he formado parte ha sucedido con demasiada frecuencia. Por lo expuesto, con un simple vistazo sobre la realidad de la izquierda llamada alternativa, lo del PSOE no es populismo, sino aceptación de las reglas de juego del capitalismo, no hay otra alternativa que reconstruir pensamiento, programa y discurso político, sin brindis al sol y a la galería, teoricamente leninistas, sin excursiones hacia, ni apoyos al nacionalismo secesionista, y con una clara perspectiva de lucha por los derechos laborales, sociales, republicanos y socialistas.
El populismo de la derecha es un puro instrumento del poder económico dominante que acompaña a las leyes más conservadoras que se imponen, al clientelismo y al amiguismo para comprar a quien se pueda comprar y para mantener a la gente quieta. El populismo de la izquierda es la total subordinación, a veces suplantación, del debate democrático, de la organización política, social y cultural por el caudillismo, que puede ser mejor o peor según la calidad del caudillo del momento pero que nunca podrá sustituir a un colectivo que piensa libremente y actúa organizadamente. No se puede derrotar a la derecha aceptando y utilizando las mismas armas de análisis y de actuación emanadas de la feliz idea de un caudillo iluminado, o de un grupito de amiguetes en posesión de la verdad, algo que en la izquierda de la cual he formado parte ha sucedido con demasiada frecuencia. Por lo expuesto, con un simple vistazo sobre la realidad de la izquierda llamada alternativa, lo del PSOE no es populismo, sino aceptación de las reglas de juego del capitalismo, no hay otra alternativa que reconstruir pensamiento, programa y discurso político, sin brindis al sol y a la galería, teoricamente leninistas, sin excursiones hacia, ni apoyos al nacionalismo secesionista, y con una clara perspectiva de lucha por los derechos laborales, sociales, republicanos y socialistas.
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