miércoles, 6 de mayo de 2020

DE DUELOS Y QUEBRANTOS. COMIDA MANCHEGA.


Pongamos que hablamos del primer párrafo gastronómico del inicio del Quijote y extrapolamos a otras partes desde algo tan elemental como una parte del condimento quijotesco. Que vayamos de Villanueva de los Infantes, en Campo Montiel, pasando por Argamasilla de Alba, lugares de profundo sentido histórico por albergar bellos y sencillos monumentos religiosos, sede de la Inquisición, por haber nacido Cervantes en aquellos lugares y por ser un referente de nuestro rico patrimonio de personas, de historia, cultura y literatura volando por el mundo en gastadas aspas de molino, atravesando fronteras, cruzando mares y siendo un tesoro universal en todas las lenguas y culturas.
" En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, DUELOS Y QUEBRANTOS los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda".
Duelos y quebrantos,  plato tan sencillo y tan rico: Un revuelto de huevos estrellados con unas tiras de tocino de cerdo entreverado, dientes de ajo y cebolletas, un añadido para no poner jamón, aderezo de tomillo y pimienta negra. Se quita toda la grasa sobrante. De este sencillo manjar no esperéis que se eleven agresivos olores, sino un sutil, difuso y penetrante olorcillo que acompaña de la mañana al atardecer y se esparce en todas direcciones a cualquier hora del día.
Y fijaros, me ha dado motivo para resaltar algo tan sencillo como una receta culinaria  puesta, no creo que  al azar, en uno de los libros más bellos y completos para el desarrollo vital de todos los aspectos sociales, educativos y creativos, tanto personales como colectivos, por uno de los genios de la palabra, de la imagen, de la filosofía, de la diversidad y de la convivencia colectiva. En resumen, hablo con la más absoluta naturalidad de una rica concepción de la vida y de sus vaivenes y luchas, sin olvidar ningún sentido humano, ético y político, en verso, en prosa o en la sartén. Como era, es, será eternamente Miguel de Cervantes. Y Don Quijote de La Mancha.
Y los duelos y quebrantos, pequeña cita  culinaria, es una contribución para que de lo más bello y mejor de la literatura universal no esté ausente la comida más sencilla elaborada por los hombres y mujeres trabajadores de la tierra y del monte, que hacen de los productos más básicos y comunes un rico y apetitoso manjar.
Y de ahí desprendo que este plato pasa también por las mesas que se exhiben en restaurantes y paseos del mar, en los  bajos, pisos, jardines y balcones de las calles del Mar en las sartenes donde Alex hace las lentejas que de su mama Paqui aprendió. 
Y al final subo un sendero para atravesar las desiertas calles y en un empinado montículo abro una brecha al cielo y dilato el horizonte hasta más allá de la mar, que se aleja y se lleva un gran caudal de energía que esparce por doquier para que en ningún sitio carezcan de la imprescindible fortaleza para dosificar repartir gozar y sentir.
O sea queridos camaradas, compañeros/as amigos y amigas, ahí os dejo un sencillo homenaje múltiple: al gran Cervantes y su Quijote, a su Dulcinea, al recuerdo imperecedero de su plato de ricas migas de DUELOS Y QUEBRANTOS que formarán ya siempre parte de la más bella literatura universal.                 



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