jueves, 24 de mayo de 2018

LA REALIDAD AGOTA. CAMBIARLA, EL ÚNICO CAMINO.

Uno puede estar cansado de una realidad, aquí, allá y acullá. Una realidad agotadora en España por la degradación de los comportamientos decentes, de la honestidad elemental que debería presidir la vida colectiva, por un egoísmo avariento y poseedor, capaz de utilizar la confianza depositada en las personas que deben administrar democraticamente los bienes de la comunidad para engañar, medrar, robar y acumular fortunas. Con todo ello se va generando una situación económica y social de descomposición del sentido colectivo, de degradación de la política como instrumento de análisis y solución de los problemas, y va abriéndose paso la "filosofía" del aceptar "quién no roba es porque no puede". Luego me referiré en concreto a una "solución" de los asuntos españoles que sería ideal, aunque me temo que será pura quimera. Antes veamos las realidades del mundo.
Empezando por las guerras y sus consecuencias. En Siria, a pesar de la derrota de los mercenarios y terroristas, impulsados, adiestrados, financiados y protegidos por EEUU, Israel, Arabia Saudí, Turquía, Gran Bretaña y el conjunto de la UE, cada parte con diversos grados de intervención bélica según los intereses propios, los promotores de la guerra no renuncian a sus objetivos de dividir y fragmentar Siria, de crear zonas de intervención neocolonial para el control geopolítico del territorio y de los recursos y materias primas, de las vías de comunicación para el transporte de las mismas desde Asia a Europa pasando por la zona del golfo. Una zona en permanentes guerras e intervenciones desde que Mohammad Mosaddeq, un primer ministro elegido democraticamente en Irán en 1951, decidió nacionalizar el petróleo, en manos de las compañías británicas y norteamericanas. EEUU y Gran Bretaña organizaron un golpe de estado y lo derrocaron en 1953. Los golpes y contragolpes no han cesado nunca en toda la zona. Han destruído Iraq, Libia, parcialmente El Libano y Siria, Yemen, y más al centro africano, en Darfur-Sudán, Zimbabwe, Congo..., con centenares de miles, o millones, de muertos; a consecuencia de lo cual y de arrasar infraestructuras y viviendas y de la falta total de inversiones para el desarrollo social y humano, la zona padece las consecuencias del desastre. Países prósperos no hace mucho tiempo, como Iraq, Libia, Siria, este país después de 7 años de guerra de agresión, tienen que reconstruirlo todo y reorganizar la producción. Y millones de personas de las zonas de guerra y de los países empobrecidos del centro de África, que no han conocido nunca una verdadera ayuda para su desarrollo, agrícola en primer lugar para alimentar a toda la población y no para monocultivos de explotación para exportar, que no tienen apenas agua potable, que perecen pronto por falta de lo más elemental en salud, buscan desesperadamente la huida a Europa, cayendo en manos de todo tipo de mafias criminales que comercian con ellos como si de ganado se tratara, con la casi pasividad de la llamada pomposamente "Comunidad Internacional". Las playas de la destruida Libia son los nuevos campos de internamiento para lanzar al mar en pateras, cual nuevos trenes de la muerte, a miles de personas, muchas de las cuales mueren ahogadas, o son amontonadas en almacenes italianos, griegos, o "refugios" vallados en las fronteras de la opulenta Europa,  esperando la ayuda personal que no les llega a ellas, ni a sus países de origen.
En toda la zona descrita sólo hay una manera de aportar alternativas para el principio de solución de los problemas: Que  los EEUU y la UE, principales responsables de lo que sucede, acompañados de todos sus socios ricos, pongan en marcha de inmediato un plan de emergencia para la reconstrucción de las zonas destruidas y devastadas por las guerras y el saqueo. Un primer presupuesto de 200 mil millones de euros serviría para arrancar, previa planificación de las urgencias, con un riguroso control técnico y democrático de los recursos a nivel general y concreto en cada país, realizado por los organismos pertinentes de la UE y de la ONU. En Europa, la izquierda, si no quiere desaparecer definitivamente como proyecto internacionalista solidario por el desagüe de la historia, o de la historieta, debería salir de su eurocentrismo avalador de intervenciones, guerras, secesiones y silencios y ponerse las pilas de los principios y valores que le dieron vida, y defender en las instituciones de la UE y de cada Estado, en la calle y en los centros de trabajo y de estudio, la alternativa aquí propuesta, u otras en el mismo sentido. La consigna: basta de guerras y saqueos, acuerdos políticos y colaboración de los pueblos, reconstrucción de lo destruido y desarrollo. No más imperialismos y neocolonialismos  de EEUU y de Trump, ni de las ex-potencias coloniales de Francia y Gran Bretaña, ni del sionismo de Israel.
Y en cuanto a España y a la solución milagrosa de la que hablaba antes, se me ocurre algo muy simple: No podemos estar todo el día perdiendo el tiempo, angustiados por la perplejidad, la pena, la depresión y la ira de ver tantas pequeñas y grandes fechorías económicas y sociales extendiéndose por todo el territorio, mientras la mayoría de la sociedad crea con su trabajo la riqueza colectiva de la cual se aprovechan los explotadores"legales", por un lado, y los ilegales por otro, que al no tener bastante con los beneficios de cualquier negocio o tarea bien remunerada, recurren a las corrupciones y corruptelas, sin ningún reparo en la utilización de la política y de los cargos públicos para ello. Por lo cual ahí va la propuesta: Juntar a todos los culpables, sean los de la Gürtel, los del saqueo pujolista de Catalunya y los de los ERES, añadiendo los casos que falten, en un lugar adecuado con su correspondiente vigilancia para que no reiteren, y en condiciones adecuadas de vida y comodidad básicas para que puedan ponerse de acuerdo, como hacían antes cuando robaban, en qué deben hacer para purgar sus desmanes y para devolver lo robado. 
O sea, que hagan un acto de dura autocrítica por lo que hicieron, acompañada de la aceptación de las penas de cárcel que correspondan y de la devolución de lo robado. Y, naturalmente, y por si acaso, que la ley y los jueces cumplan con su cometido, sin concesiones a otra cosa que no sea aplicar la justicia sin venganza ni odio. No sé si tendré suerte con esta propuesta, pero es una idea para intentar reconstruir la vida colectiva con la política como instrumento esencial para la solución de los problemas. 

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