No tengo necesidad de empezar con una descalificación del nacionalismo español, centralista, autoritario, liquidador de derechos y fomentador de agravios. No empiezo por una descalificación o un ataque porque es como si tuvieras que justificarte de algo antes de analizar,criticar o, simplemente opinar sobre algunas de las cosas que ocurren en Catalunya y en España. Y no tengo necesidad de justificarme porque a ese centralismo ya lo combatí en momentos en que la mayoría de personas mayores que ahora tratan al imperfecto estado español como si fuera un estado colonial que mantiene a Catalunya oprimida,en aquel momento,en plena dictadura franquista,se escondían bajo las piedras resguardándose de la represión. Los hijos y nietos que se llenan la boca de autodeterminación, soberanía o independencia o no habían nacido o eran jovenes muy, muy prudentes. Recuerdo todavía que los que éramos detenidos por luchar , entre otras cosas, por los derechos nacionales de Catalunya, expresados entonces por la recuperación del estatut de autonomía, no gozábamos precisamente de gran apoyo y prestigio en nuestros ámbitos respectivos, más bien inspirábamos temor o reservas.
No comparto la opinión defendida por teóricos representantes de la izquierda de que cuánto más fragmentado esté todo más posibilidades habrá de hacer políticas de cambio social 0 de avanzar hacia el socialismo, como he escuchado algunas veces,con el argumento de que los estados actuales, en nuestro caso el estado español, impiden superar el capitalismo. Si esto fuera asi, en la antigua Yugoeslavia habrían varios estados socialistas una vez superarado el centralismo opresor del antiguo estado socialista autogestionario. Alguién que defendió todas las independencias posibles, e incluso a partidas armadas mafiosas,como la UCK, en Kosovo, debería preguntarse por qué los ultracapitalistas Estados Unidos de América, o la ídem Alemania, que ya había sido ocupante con Hitler, eran tan partidarias de la voladura de la multinacional Yugoeslavia. A veces, más que las propias razones, son las razones ajenas interesadas las que explican fenómenos y acciones.
Pero hoy, aunque sea interesante hablar, polemizar y disentir sobre los asuntos anteriores, me interesa más hablar sobre la situación política catalana y española y las perspectivas a corto plazo que hay en el horizonte. Empezaré diciendo que CiU gobernó en Catalunya durante 23 años, creando un estado anímico en todos los partidos políticos, sindicatos y movimientos más o menos culturales. Ese estado anímico se expresaba en una opinión generalizada de que Catalunya era una sociedad practicamente uniforme en el pensamiento, un pensamiento nacionalista medio, algunos lo camuflan de catalanismo, que se imponía sobre cualquier otra consideración social, cultural o intelectual. Y, además, esto se producía sin que hubiera una especial presión por parte de CiU para adoctrinar a la ciudadanía en nacionalismo, ni que las leyes de normalización lingüística fueran agresivas o autoritarias para parte de la población catalana. El mismo President de la Generalitat durante 23 años fue prudente en el tema. Jordi Pujol, por descontado defensor a ultranza del sistema económico capitalista desde su nacionalismo, procuraba siempre negociar sin romper. Sus objetivos finales no los sé, pero su práctica ha sido pragmática en los asuntos de fondo en la relación Catalunya-España. Pero impuso una marca que pesa como una losa sobre la realidad catalana. A ello ha contribuido la crisis del PSUC, producida por los dos polos antagónicos que se produjeron en su seno, los liquidacionistas de una ideología y de una historia, posteriormente desembarcados en el PSOE ,y los dogmáticos, que han pasado de la revolución soviética a la unidad histórica con el nacionalismo burgués.
Por las razones expuestas y otras que no voy a analizar aquí, la izquierda catalana, la más moderada o la teoricamente más radical, ha ido a la deriva. Esto no se notó mucho hasta que tuvo que asumir el gobierno, después de que CiU no tuviera suficientes escaños para gobernar, incluso contando con los votos del PP. Y a la izquierda se le planteó la pregunta de siempre, ¿ qué hacer?. Tenía un camino nítido, claro y concreto: analizar la realidad catalana y española y dar un giro profundo de izquierdas a la política catalana para mejorar gradualmente las condiciones de vida y de trabajo de la población y, asimismo,incidir con el ejemplo en el conjunto del estado en la defensa de políticas y leyes más sociales y federales. En vez de esto,el tripartito puso en primerísimo y casi único plano la reforma del estatut,que no era entonces ninguna demanda popular apremiante ya que si el problema era la falta de recursos para hacer frente a demandas sociales y de infraestructuras, esto se consigue con la negociación y presión política hacia el estado y no abriendo un proceso que sólo ha producido frustración y reforzamiento de la derecha en Catalunya y en el conjunto del estado. Yo recuerdo que Catalunya fue durante largo tiempo, durante el franquismo y posteriormente, un ejemplo a imitar. Hoy ha perdido la ocasión de contribuir a reforzar el sentido social de izquierdas, en Catalunya y en España, y a sumar fuerzas y esfuerzos para construir una Europa más a la izquierda, capaz de plantarle cara a la actual Europa dominada por el neoliberalismo y el pensamiento más conservador.
Y, ¿cómo debería haber actuado el tripartito en los asuntos institucionales como el estatut? podemos preguntarnos. A mi entender proponiendo una reforma constitucional bien elaborada internamente, en la que se tocaran los principales aspectos sobre trabajo, propiedad, servicios públicos, derechos sociales, vivienda, derechos individuales y colectivos.....etc. Y en este marco político plantear las reformas estatutarias necesarias, dando la más estricta imagen solidaria con todos los hombres y todas las mujeres que,en el conjunto del estado, defienden lo mismo. Y, a partir de ahí, que todo el mundo se retrate como se retrató cuando se elaboró y aprobó la constitución actual. Frente a las posiciones de Aznar, Rajoy y el PP, que han creado más separatistas que los propios partidos independentistas, o las de Zapatero que, sin hacer ninguna propuesta de reforma institucional, incita a que la presenten sus correligionarios porque él, cuando gobierne , la aprobará con los ojos cerrados , había otras alternativas que no se utilizaron por cobardía política. Luego viene el fiasco. Más ineptitud no se puede esperar.
Ahora Montilla acaba de proponer que el senado sea federal. No se han atrevido a presentar nada en este sentido, no sólo para el senado sino para el estado y, en medio del festival que han armado, se descuelga con esta propuesta. Pues bien, yo la acepto y amplío. Que empiece el debate por la reforma constitucional, que se convoquen a organizaciones políticas, sociales, a movimientos e instituciones académicas para escuchar las diversas posiciones y posibles propuestas. Hoy, la reforma constitucional puede y debe hacerse sin los temores de la transición y con las experiencias, positivas y negativas, de más de 30 años. Hoy, yo, el PCE, IU, podemos defender una España federal y republicana, con orientación socialista, aunque ello pueda ser minoritario en la sociedad española. Pero tenemos vocación de que lo que hoy pueda ser minoritario, mañana sea mayoritariamente aceptado y defendido por su necesidad y por su capacidad para hacer frente a los problemas colectivos de la gente.
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