Nuestras ideas no son el pasado, son de un futuro apremiante, pero como decía Walter Benjamin: "Encender en el pasado la chispa de la esperanza presente"
jueves, 8 de noviembre de 2012
Globalización, monetarismo, crisis, nacionalismos, fascismos
Los economistas defensores a ultranza del sistema capitalista son destacados culpables intelectuales de la crisis. Obedeciendo a la voz de los grandes propietarios del capital, ponen en marcha “teorías” para defender el capitalismo, aún en su fase neoliberal más destructiva, con la prepotencia de que “fracasado el socialismo” no hay alternativa al sistema económico y al pensamiento único. Luego, están los economistas que, sin los excesos “teóricos” de los anteriores, aceptan también el sistema como el único posible. La experiencia reiterada nos dice que unos y otros, antes de la crisis no se enteran de que ésta viene, y después sólo saben describirla como cronistas “especializados”. Una minoría de economistas de pensamiento revolucionario o alternativo al sistema, y con buen sentido común, sí ha analizado lo que sucedía y ha afirmado desde mucho antes de la explosión que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, denunciando el tipo de economía financiera, especulativa, corrupta y destructiva. Hay otros protagonistas políticos e intelectuales pero hoy sólo quería referirme a los economistas como “teóricos conocedores” de la realidad económica objetiva, por encima de visiones fanáticas, y las repercusiones de la economía en la sociedad para, mirando el pasado, construir el futuro.
El 24 de octubre de 1929, 83 años ya, se hundió el mercado de valores de Nueva York, en plata La Bolsa, después de una década de fenómenos parecidos a los actuales -a diferente escala ya que la globalización no era tan absoluta como hoy- de economía financiera especulativa y corrupta. Ello produjo una crisis general de la economía norteamericana, europea y mundial, que generó una profunda caída de la producción, con paro masivo, inseguridad, miedo, reducción de derechos y nacionalismos agresivos. Ya en el siglo XIX Marx y Engels habían previsto las crisis del creciente capitalismo como un proceso irreversible en el cual las fuerzas productivas aumentaban sus capacidades técnicas, echando obreros al paro, creando más competividad y desigualdades entre ellos y entre países. Salvando distancias, estamos en algo parecido: hay más técnica, el sistema quiere menos trabajadores, las migraciones son ejércitos de reserva para abaratar costes, hay más paro y precarización, todo lo cual acentúa viejos fenómenos como nacionalismos enfrentados, xenofobias, fascismos latentes y guerras. En la base de todo ello, hoy como en el siglo de Marx, con 5000 millones más de personas, estos fenómenos tienen la misma raíz: la propiedad privada de los medios de producción básicos y la competencia sin piedad entre espacios tipo UE, países de desigual desarrollo social, y dentro de los países entre unas zonas y otras.
El capitalismo tiene unos mismos objetivos, sea cual sea su lengua o cultura, y se pondrá siempre de acuerdo en impedir un movimiento revolucionario o alternativo. Antes con la guerra total, ahora, hasta el momento, con la guerra económica. El gran capital que, sin querer aparentarlo, ostenta el control político sobre la sociedad, con sus medios económicos, educativos e informativos, tiene en la pequeña burguesía empobrecida y en la clase trabajadora más marginal, la base para un movimiento reaccionario o fascista. El fascismo, como instrumento del capital en momentos extremos, nunca apela a la razón, sino a los sentimientos. La crisis y las “agitaciones” sociales se ven por éste como consecuencia del fracaso o ineficacia del sistema democrático para solucionar los graves problemas sociales. Hoy, en España, los partidos, sindicatos e instituciones, sufren un profundo desprestigio, sólo en parte justificado, lo cual crea el caldo de cultivo para aventuras nacionalistas de todo tipo, de secesión o de liquidación de derechos en función. Ante una crisis -en España y en Europa-, producida, como todas, por el capital, por la burocratización de la sociedad y por la falta de marcos e instrumentos de participación y decisión, el PODER real engaña a la población carente de referentes ideológicos sólidos y de organizaciones fuertes que no limiten su capacidad de denunciar, organizar y movilizar por objetivos concretos vinculados a las principales y justas necesidades sociales.
Rajoy, Cospedal, Wert y PP han impuesto, con la mayoría que les dieron, una política que representa la más profunda agresión social, laboral y política en toda la etapa de democracia representativa. Pujol, Mas, Puig y CIU, han aprovechado el malestar social de los que sufren la crisis para desviar la atención de los problemas reales, de los cuales ellos son tan responsables como el PP y otros, hacia objetivos que son un fraude democrático. Lo penoso es que les siguen en esta aventura sectores que se autoproclaman de izquierda. Desde el anticapitalismo real y el federalismo republicano, ligados a la gente, tenemos que pisar el acelerador para dar respuestas a los problemas y convencer con argumentos, razones y propuestas, después del lavado de cerebro tan intenso producido por unos y otros durante años. Organizar la participación en todas las movilizaciones inmediatas es la tarea.
En Catalunya se está firmando ampliamente un manifiesto titulado “Crida a la Catalunya federalista i d´esquerres”(“Llamada a la Cataluña federalista y de izquierdas”). Es otra buena iniciativa concreta frente a secesiones y recentralizaciones.
LIBERTAD PARA LOS 5 CUBANOS PATRIOTAS Y ANTITERRORISTAS
Publicado en el Nº 254 de Mundo Obrero perteneciente a la edición impresa de noviembre de 2012
http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=2234&sec=3&aut=2
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