En el mercado capitalista no hay sitio para el buen sentido común. El régimen capitalista ha tenido, y tiene, diversas facetas en su inercia del “desarrollo” y el beneficio, sea en su vertiente actual neoliberal o en otra pretendidamente más “social”. Actúa siempre en un marco nacionalista protector cuando de impedir un mercado comercial justo, basado en el intercambio necesario con los países empobrecidos o los llamados emergentes, se trata, al tiempo que impone el mercado globalizado para la venta de sus mercancías. No importa el formato territorial en que se desarrolla el mercado capitalista y el sistema financiero vinculado a éste, siempre y cuando haya leyes y normas, nacionales o supranacionales, hechas a medida y al servicio del sistema, por encima de la política y de un elemental control democrático, en el que no fuera posible la más despiadada explotación de personas y pueblos, el trabajo infantil, la esquilmación de las producciones autóctonas de los países menos desarrollados económicamente. En este marco globalizado no hay sitio para la política, la complementariedad solidaria e inteligente y el intercambio justo. Es necesario repetir, aunque a algunos les suene a soflama reiterativa, que en el mercado capitalista valen todos los elementos y formas con tal de que garanticen las cuentas de resultados y los beneficios de las grandes corporaciones y grupos económicos y financieros internacionales y nacionales. Para obtener beneficios vale tanto la producción necesaria para la existencia como la parasitaria, basada en objetos superfluos e innecesarios; o la producción desaforada de vehículos de uso personal en vez de la reconversión industrial para transportes colectivos; o la de armamento para hacer guerras, amenazar o simplemente vender para después tirar y renovar por armamentos más modernos, en vez de reciclar las industrias de la muerte en industrias para la vida; o eliminar todos los paraísos fiscales del mundo, verdaderos antros de corrupción y robo en los que se mueve el 30 por cien de los capitales. Todo ello mucho más fácil y civilizado de hacer que continuar con la inercia del caos destructivo actual.
En las últimas décadas, especialmente, el régimen ha creado y puesto en circulación de forma masiva los llamados productos financieros derivados, los que a partir del valor real de un producto, o del Producto Bruto en conjunto, multiplican artificialmente su valor. Para entenderlo: en 1998 el valor de los productos financieros derivados, que representaban 2,4 veces el Producto Bruto mundial, pasaron a 11,7 veces en 2008 y a 8,6 veces el 2013, a consecuencia de la crisis. Hablando en plata, si en 1998 la economía real ya estaba sobrevalorada en el papel especulativo de bancos, financieras, inmobiliarias y grandes empresas en dos veces y media, en 2008 lo estaba en casi doce y en 2013 en ocho y media. Esta economía drogada se encuentra en grado diverso en títulos, bonos, acciones y preferentes sin valor, en viviendas vacías, lo mismo en España que en Irlanda, en Estados Unidos que en Grecia, en Francia que en Alemania…, y se concreta en un endeudamiento global insoportable para personas y pueblos, que el capitalismo quiere solventar apretando aún más las tuercas de la explotación y expoliación, acentuando el militarismo y promoviendo guerras de dominio territorial y saqueo de las materias primas, cuyo ejemplo más notorio en la actualidad es la guerra impulsada en el conjunto del Oriente Próximo y el Norte de África, zona en la que se encuentran más del 50 por cien de las fuentes de energía del planeta, en una campaña para recuperar su dominio en América Latina, y en la expansión militar en el Pacífico, amenazando e intentando acorralar a China. Todo ello sin excluir boicots, bloqueos, conspiraciones de todo tipo, y terrorismos como el que se fomenta en Rusia.
Resumiendo, el capitalismo, revestido de democracia liberal y derechos humanos, produce convulsiones económicas, sociales y ambientales y, aprovechando la desaparición de la URSS, ha pretendido dar el mensaje de que no hay alternativa al sistema. A pesar de todo fracasa en sus propósitos aunque hunda al mundo en el caos. Los responsables, desbordados por su decadencia en todos los sentidos y superados por otras realidades emergentes, van como locos sonámbulos dando palos de ciego sin atender a razones. Por todo ello, conscientes de que estamos en una fase negativa de la lucha de clases y que los grandes medios de propaganda lavan el cerebro y embaucan a la mayoría social, haciéndola creer que sólo funciona el sistema, y que ello interioriza la derrota, potencia el posibilismo social y crea el vacío sobre una alternativa, tendremos que dar la vuelta a aquella frase del multimillonario norteamericano Warren Buffet: “Hay una lucha de clases, de acuerdo, pero es una clase, la clase rica, la que hace la guerra, y estamos ganando”, (“There´s class warfare, all right, but it´s my class, that´s making war, and we´re winning)”. Dar la vuelta a la frase para afirmar con rotundidad, sin complejos de lenguaje, que la lucha de clases que hay la debemos y podemos ganar ya que no sólo está la lucha por condiciones de vida dignas, sino acabar con el caos económico, social y ambiental que produce el capital. Es un gran desafío, es nuestro principal reto. Debería ser el ABC de partida del PCE y de IU para cualquier negociación entre el conjunto de movimientos o pequeñas organizaciones que se reclaman de la izquierda. La unidad real y con perspectiva de futuro de la izquierda sólo es posible si es por principios y valores, no por la pertenencia a tal o cual tribu política. Por eso, debe haber claridad en los acuerdos para derrotar al PP y al régimen bipartidista y un programa pactado, a defender y respetar hasta conseguir los objetivos negociados.
LIBERTAD PARA LOS CAMARADAS CUBANOS PRESOS EN EE.UU Y PARA MANNING. SOLIDARIDAD CON ASSANGE Y SNOWDEN.
Publicado en la columna Silbando La Internacional, edición impresa de Mundo Obrero correspondiente al nº 268 de enero de 2014.
Y yo cada vez tengo más claro que en el tipo de sociedad que tenemos hoy sin medios de comunicación que lleguen a las mayorías -televisión, en primer término, y, de forma secundaria, prensa escrita en los quioscos e internet- no hay nada que hacer. Por supuesto, tener una propuesta económica y política clara y realista para solucionar los problemas es requisito previo. Los medios de comunicación deberían ser el principal objetivo de un partido comunista. Todo lo demás es para nada, y estoy convencido de que todos somos conscientes de ese hecho.
ResponderEliminarUn saludo.