martes, 25 de diciembre de 2018

SENTIR LA VIDA EN LA MIRADA.

Me fijo en aquella rama verde
encaramada en lo alto del pino
mi mirada intensa la traspasa y
poco a poco va cambiando su color 
no es inmediato coge su tiempo
dando opción al gris y luego al ocre
transformando colores en olores 
que se esparcen por el aire y la arena.

Ramas abajo unas piñas esperan
confundiendo sus formas en hojas
que simulan pasar desapercibidas 
para crecer y reventar en manjar
de diminutos granitos que esparcen
los mil sabores de su rico fruto
en las bocas de tiernos adolescentes
en rellenos aparadores de panellets.

Baja el tronco hasta el suelo
clavando sus raíces en la tierra 
consciente de que en ella deposita
el alimento que se debe paladear
directo en su grano o amasado 
ya que de la rama a las hojas 
del erguido tronco a las raíces
circula la comida la dulzura la vida.

Más allá una flor desafía el invierno
no es prematura nació para saludar
el solsticio como inicio y vanguardia 
de la luz que se amplia en las sombras
al tiempo que el frío se expande
hacia el enero cargado de promesas
también de habas guisantes ajos tiernos
que aún sonando a prosaico es real.

Cuando siento y escribo nimiedades
que no pretenden ser más que minucias
que os hagan esbozar una sonrisa
veo y pienso en lo más próximo 
en lo que nos es tan común a todos
que debería borrar del pensamiento
aquel tuyo mío del Quijote que separa
en vez de unirnos en fraternal abrazo.

Y no he pasado de mis alrededores 
desde la ventana vistos y conocidos 
más cosas hay en el horizonte cercano
reclaman la atención del buen querer
como extensión y complemento
de cosas que conforman la mirada
que nos hacen sentir que la vida
compleja sí es pero para vivir y gozar. 


   



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