miércoles, 12 de julio de 2017

20 AÑOS DEL ASESINATO DE MIGUEL ANGEL BLANCO. ES TODO MÁS SENCILLO, NO HACER DIFÍCIL LO FÁCIL, NI ENCONTRAR PLACER EN LO ESTÉRIL.

Hace 20 años, un cálculo prepotente de ETA, de naturaleza mesiánica, descerebrada y criminal, como todos los suyos, creó "un antes y un después" en lo que se conoce como la lucha contra el terrorismo. El secuestro, amenaza de muerte si a las 48 horas el Estado no aceptaba las condiciones de ETA de acercar a todos los presos vascos, más de 400, a Euzkadi, en este breve periodo de tiempo, y el asesinato a bocajarro con dos tiros en la cabeza de Miguel Angel Blanco, puso en marcha una dinámica de movilización ciudadana que esté país ha vivido en contadas ocasiones: después del intento de golpe de estado de Tejero, las movilizaciones contra el inicio de los bombardeos y la guerra de Iraq en 2003... Los motivos de que en aquella ocasión saliéramos tantas personas a la calle, se habló de millones, durante las 48 horas que duró el secuestro y después del desenlace, son de fácil comprensión, a pesar de estar acostumbrados a los tiros y bombas: ETA secuestraba en Ermua, un pequeño pueblo vasco, a un joven concejal del PP sin ninguna significación política, trabajador y batería en un grupo musical local, y lanzaba el chantaje y ultimátum  creyendo, o no, que el estado se iba a rendir a sus exigencias. Eran aquellos momentos en que ETA defendía el "Oldartzen" (Acometiendo"), una estrategia para "socializar" el sufrimiento y que la sociedad no sólo viviera los efectos traumáticos del tiro en la nuca y del coche bomba, sino que tuviera el tiempo suficiente para que la angustia se hiciera colectiva y se exigiera al Estado hacer concesiones a ETA. 
Los autores del secuestro y asesinato fueron Francisco Javier García Gaztelu, "Txapote", Irantzu Gallastegi Sodupe, "Amaia", y José Luís Gereste, "Oker". El autor material de los disparos fue "Txapote", que había participado ya en otros asesinatos de miembros del PP, de Fernando Múgica, antiguo dirigente del PSOE,  corresponsable como dirigente del asesinato  de Ernest Lluch, que tenía una actitud pacificadora con el tema de la violencia etarra,  de José Luís López de Lacalle, entre otros. José Luís López de Lacalle había sido militante del PCE, creador de CCOO, por lo que pasó seis años en la cárcel de Carabanchel al ser detenido en 1966. También participó en la creación de Ezker Batua, IU de Euzkadi, de la que se separó cuando esta firmó el Pacto de Estella-Lizarra. Como podéis ver los asesinos de ETA no tenían escrúpulos en matar brutalmente a un joven acabado de entrar en política, a un ex dirigente del PSOE o a un activo ex-militante del sindicalismo, del PCE y de IU. Ni Txapote, ni Irantzu Gallastegi, ni muchos otros han mostrado nunca el más mínimo signo de haberse equivocado, de sentir haber actuado como habían actuado muchos franquistas durante largo tiempo.
Por tanto, hubo un antes y un después del asesinato de Miguel Angel Blanco, empezando el declive de ETA, a pesar del balón de oxígeno del desgraciado Pacto de Lizarra, pasteleado entre el PNV y ETA, firmado por desinformados de buena fe como la dirección del PCE y de IU, entre las que me contaba, y roto al poco tiempo con nuevos atentados cuando ETA ya había recuperado el resuello después de la movilización popular y el Pacto. 
Teniendo en cuenta esta historia, ¿qué hacer a los 20 años? Muy simple, entender que fue un momento  excepcional producido por un acto especialmente brutal, colgar retrato y pancarta de Miguel Angel Blanco sin más, y recordar paralelamente a todos los asesinados por ETA y por los Gal. No es incompatible. Además, continuar exigiendo, con más fuerza si cabe, el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de la Ley de Memoria Histórica, para que los crímenes franquistas no queden moral y politicamente sumergidos en el olvido. Este rifi rafe miserable sobre retratos y pancartas, en el que Carmena no tiene en cuenta una propuesta de Esteban Ibarra, dirigente del Movimiento Contra la Intolerancia, y   el PP  y otros buscan sacar, no sé qué tipo de tajada política, es repugnante y un insulto a las víctimas de todos los terrorismos. 


              FRANCISCO JAVIER GARCÍA GAZTELU E IRANTZU GALLASTEGI SODUPE.

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