El discurso de Jair Bolsonaro en Davos pone de manifiesto que el populismo de extrema derecha ya se atreve a todo sin recato, con grosería, chulería facistoide y hasta faltas de ortografía en educación. El recién elegido presidente de Brasil actuó como un energúmeno, bien secundado en sus palabras residuales de sumidero político por la intervención en vídeo de Mike Pompeo, Secretario de Estado de EEUU.
Bolsonaro dice "Invertiremos en seguridad, privatizaremos y reduciremos la presencia del estado. La izquierda no se impondrá en el continente. No queremos una América latina bolivariana. Nuestro lema: Dios está por encima de todo". Mike Pompeo, el genuino defensor de la actual versión de "América, patio trasero de los EEUU", remacha: "Desde Ohío pasando por Río de Janeiro hasta Roma, la gente se hace preguntas. Un viento nuevo sopla en el mundo".
En estas dos intervenciones se puede resumir y sintetizar el modelo económico y político conservador-populista del neoliberalismo en marcha en la flamante "4ª Revolución Industrial" de la actual fase de globalización capitalista. En la ciudad de Davos que dio vida a la "Montaña Mágica" de Thomas Mann y a su sanatorio para el tratamiento y curación de la tuberculosis, en aquella época que esta enfermedad no tenía curación, tiene lugar de nuevo la puesta al día para intentar la curación de la tuberculosis que afecta a la economía mundial en este momento de agravamiento disperso de su crisis crónica de sistema, después de creer que han derrotado ya los episodios de avance de las políticas de izquierdas puestas en marcha por gobiernos democráticos de orientación socializante en América Latina y en algunos países europeos. Los Bolsonaros convierten Davos en una plataforma para sus propuestas sobre políticas económicas, sociales y de forma de vida, desenterrando lo más viejo y reaccionario del populismo conservador y religioso clásico añadiéndolo nuevos elementos. Bolsonaro abre el fuego.
Y mientras la derecha y la extrema derecha avanzan y van creando la conciencia de que no hay alternativa a sus políticas, hay que lamentar en toda Europa y en América Latina el retroceso, la drástica reducción, cuando no la desaparición, de una izquierda real operativa, capaz de organizar y movilizar a los trabajadores y proponer soluciones a los problemas más graves que en la actualidad les afectan y apuntar en el horizonte una alternativa de cambio social y político frente al neoliberalismo y al neofascismo. No creo que la presencia en Davos del presidente Pedro Sánchez como representante de la socialdemocracia española y europea marque la diferencia. Pedro Sánchez va a defender lo bien que va la economía española, algo que ya han dicho en el Foro que es gracias a la políticas aplicadas por los gobiernos de Mariano Rajoy, y a animar a los grandes grupos económicos mundiales a que inviertan en España. Nada menos y poco más. Por ello, dificilmente puede ser Pedro Sánchez el que plantee frente a los Bolsonaros y sus populismos neofascistas, lo elemental de una política de izquierdas en asuntos básicos elementales como la economía y las finanzas, las inversiones para un desarrollo solidario equilibrado y armónico y la lucha real contra el cambio climático, la defensa de la paz y el fin de las guerras, un internacionalismo solidario y de clase frente a los diversos nacionalismos y populismos que las diversas derechas imponen en el mundo, en Catalunya y en España.
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