domingo, 1 de enero de 2017

DESPEDIDA 2016, BIENVENIDA 2017, O COMO UNA COSTUMBRE ANCESTRAL SE CONVIERTE EN RUTINA CONSUMISTA ADORNADA DE RETÓRICA HUMANISTA. 



Cada año se repite esa efemérides histórica que arranca del imperio romano y su calendario Juliano, se consolida en la edad media y se oficializa en 1582 por el Papa Gregorio XIII, enraizando en las costumbres populares de Occidente, hasta que la expansión cultural occidental la convierte a principios del siglo XX en una festividad internacional, incluso en países con calendarios y celebraciones diferentes propias.  A partir de entonces el mercado se ha encargado de convertir la fecha, precedida de la larga vigilia navideña  que arranca a principios de diciembre, en la gran fiesta del consumo, de la compra y el regalo. O sea, es un momento anual álgido para el negocio. Y como actualmente los medios de comunicación y propaganda son omnipresentes, lo dominan todo y llegan hasta el último rincón, son capaces de ir creando una especie de realidad mágica, en la cual son enterrados los problemas del año viejo por los buenos deseos para el año nuevo. 


Naturalmente, los viejos problemas del pasado y los buenos deseos para el futuro son algo genérico que no tiene en cuenta la realidad: cuáles son los problemas, cómo se han generado y quiénes son los responsables de los mismos. Y así, todo se convierte en una justificación festiva de las desgracias humanas, sin perspectiva de solución. Para poner unos ejemplos: se habla de la necesaria ayuda a los refugiados, como una obra de solidaridad humana, cristiana  o laica, es igual, sin decir en ningún momento la causa de que  sean refugiados y los responsables de las mismas.  Se habla de la miseria que sufren los pueblos de países enteros en África, nunca del saqueo que sufren por las grandes empresas de los países ricos, en contubernio con los caciques locales. Se derraman lágrimas de cocodrilo por los miles de ahogados en el mar, que huyen de guerras, destrucciones  y hambrunas, pero tampoco se habla a fondo de los responsables de que desde la destrucción de Iraq, Libia y Siria, millones de desahuciados que antes vivían dignamente ahora se jueguen la vida, a veces empujados por las propias mafias creadas por el Occidente neocolonial y sus socios del Golfo, Israel o Turquía. Y no hablo de los parados que no tienen lo básico para vivir, ni de los que tienen empleos precarizados que viven miserablemente, ni de los jóvenes que no tienen futuro, ni de los que tienen que dormir en la calle. Graves problemas sociales y humanos que no se solucionan sentando un pobre a la mesa, dando una limosna para comprar comida, o deseando lo mejor para el próximo año. 
A pesar de todo lo dicho, valoro y respeto cualquier muestra de celebración colectiva y de alegría compartida, aunque sea sólo para intentar sacarle la parte más humana y fraternal. Y deseo que os vaya mejor a todos y que los graves problemas del mundo encuentren un cauce justo de solución. Y continuaré haciendo lo posible para que así sea.  



     

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