El 'procés' del aburrimiento
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A veces pienso en cómo tildará la historia estos últimos años de Cataluña. De entrada, no me cabe duda de que Artur Mas será condenado al ostracismo. Con el paso de los años, al final quedan los números, y los suyos son tan rotundos que avergüenza que siga cobrando dinero público. Se ha cargado --no por orden ni importancia-- a CiU, UDC, PSC, supongo que a la CUP, a Cataluña e incluso al nacionalismo moderado. Ya saben su eslogan: Mas, el hombre que destroza todo lo que toca.
No en vano Artur Mas siempre fue un hombre oscuro. Tan oscuro que parece salido de una cueva. Sin temor a equivocarnos, de la de Alí Babá. En todo caso, la historia le retratará como lo que es. Un hombre menor condenado en su vanidad por sus devaneos elitistas venidos a menos. Aunque quizás pueda hasta sorprender y dar nombre a este período histórico, denominándolo "la Cataluña aburrida". Viniendo de un tipo aburrido, va que ni al pelo.
No soy el primero que constata que en estos años Cataluña se ha convertido en una repetición de acontecimientos monótonos y aburridos. Cada año, una manifestación, una declaración de independencia y unas urnas que les obligan a agachar las orejas. A mí no me parece mal que un grupo de amigos, cientos de miles si quieren, se junten cada 11 de septiembre para hacer una costellada. Pero sí que sorprende que sea usando la vía pública, de todos, y con la aquiescencia de algunos políticos que mientras tanto no dejan de cobrar. ¿Por qué no es raro cobrar de un supuesto país invasor? Coherencia, se llama.
El procés no sólo se ha vuelto aburrido sino que, peor todavía, se ha convertido en la forma de vida de algunos miserables cuya profesionalidad, rigor y coherencia nunca han ido de la mano
Porque, al final, el procés no sólo se ha vuelto aburrido. Sino peor todavía, se ha convertido en la forma de vida de algunos miserables cuya profesionalidad, rigor y la citada coherencia nunca han ido de la mano. Desde políticos a periodistas, pasando por simplemente vividores del dinero público. Será curioso en unos años ver cómo, por ejemplo, Junqueras se convertirá en un nuevo presidente de la Generalitat --según su fantasía, el 131º--. Digo curioso porque él siempre anheló ser el primer presidente del Estado catalán. Pero la pela es la pela y ya verán como tras una lagrima no renunciará.
Total, Cataluña convertida en obra social. Un territorio aburrido como el que han creado estos personajes donde al menos puedan tener algo que meterse en la boca. Porque, nos guste o no, el procés ha sido la gran comilona en la que la gran familia catalana se ha juntado alrededor de una mesa. Y como en cualquier comida familiar cuando llegan los postres, el alcohol corre por las gargantas, alguno mete la pata y habla más de la cuenta. Por lo que, teóricamente, no tardarán en --además de aburridos-- ser ridículos.
Aunque pensándolo mejor, en esa fase ridícula ya estamos. Personajes como Puigdemont, el hombre sin pasado y sin carrera; Romeva, el hombre del gimnasio con Visa oro de viajes, o Junqueras, aquel que gana más votos callado que hablando, van a Bruselas a las 19.00 horas de un día entre semana no para cenar, que sería lo normal en esos lares, sino simplemente para contrastar que una vida aburrida no tiene mejor forma de lucidez que una ciudad aburrida como Bruselas. En fin, Dios los cría y ellos se juntan.
PUBLICADO EN "CRÓNICA GLOBAL"-
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