A los 10 años del inicio de la guerra
imperialista de EEUU y Gran Bretaña contra Iraq, miles de muertos
después, queda un país destruido, profundamente empobrecido y
enfrentado por diferencias “étnicas”, religiosas y odios, que
los ocupantes agitaron y potenciaron para que el país no levante
cabeza en muchos años y así los saqueadores de las multinacionales
y sus ejércitos privados puedan continuar su enriquecimiento
criminal a costa de la miseria de las gentes. Y la España y la
Europa del capital, no teniendo bastante con el desastre iraquí, han
continuado sus desmanes en Libia, Siria y Malí con la pasividad y el
silencio cómplice de la izquierda. Y mientras, siguen los recortes
en las condiciones de vida de las clases trabajadoras y populares en
España. Y los desahucios acompañados de dramas humanos y suicidios,
cuyos máximos responsables son bancos, financieras e inmobiliarias,
salvados todos ellos con lo que nos roban para que recuperen sus
ganancias. Y planeando sobre toda esta situación la corrupción, a
la cual voy a dedicar hoy el grueso de la columna, previo recuerdo de
cosas que no deben olvidarse.
La corrupción es una herencia
histórica que nos ha legado la derecha económica y política en sus
diversas expresiones: aristocrática, burguesa, terrateniente,
financiera. De la derecha procede el caciquismo, el clientelismo, el
enriquecimiento sin escrúpulos a costa de la explotación de la
mayoría y de la miseria de amplios sectores marginados. La
izquierda, en un sentido amplio, especialmente desde la Revolución
Francesa en adelante, nació con los valores y principios de justicia
social, igualdad, fraternidad y honestidad. Y en el proceso histórico
esos principios y valores se fueron aflojando y relativizando,
asumiendo progresivamente gran parte de los de la derecha, que una
vez tras otra y contra el viento de los tiempos salían triunfantes
de las luchas de clases. Cuando la izquierda va perdiendo sus
genuinas señas de identidad, se incorpora progresivamente a los
métodos de la derecha y a la corrupción. Y la sociedad, sin
referentes éticos y políticos sólidos se acostumbra a la
corrupción como una especie de mal natural y ésta se generaliza y
disculpa. Y así, como sucede actualmente en España, los dirigentes
políticos del sistema pueden decir sin atragantarse que todos
cometen corrupciones. Incluso algunos dirigentes del PP y CIU, y
antes del PSOE, afirman que la corrupción es consubstancial a la
democracia. Recuerdo que una vez un dirigente de IU, rojo, muy rojo,
representante en un consejo bancario, ante la queja de una afiliada
dijo lo mismo. Es el pensamiento único también en la concepción de
la democracia y la honradez. En resumen, la falta de principios
éticos en política produce el cinismo colectivo que se extiende
como el aceite: el que no roba es porque no puede. Por todo ello no
puede extrañar que una vez tras otra se vote a personas imputadas
por corrupción, o que incluso están en la cárcel. Es la amnistía
popular al delito.
La responsabilidad principal, como
señalo al principio, es un sistema basado en el privilegio y en la
desigualdad, servido por los corruptores, los que compran servicios,
algo que suele ponerse en segundo plano, y los políticos a su
servicio, genéricamente a través de la elaboración de leyes
evasivas, o bien que se dejan comprar más allá de éstas a cambio
de las substanciosas comisiones que reciben. Los financieros y
banqueros que venden productos sin ningún valor real con la
ingeniería contable en pirámide, engañando a millones de incautos
que se creen que el capitalismo regala el dinero y amenazando a las
personas que no pueden pagar sus créditos o hipotecas, son grandes
corruptores. Gentes, sin ningún escrúpulo moral, que bien pueden
calificarse de criminales sociales y en algunos casos de criminales a
secas por ser causa de destrucción humana y suicidios. Hay también
una responsabilidad de la propia gente que acepta el tinglado y se
abandona permitiendo con su complicidad la perpetuación del delito.
Soluciones: en primer lugar, un rigor
extremo y la máxima rapidez en la aplicación de las leyes actuales,
teniendo en cuenta que muchas de ellas están desfasadas por tener
origen en el siglo XIX, por ser mamotretos farragosos sin ninguna
eficacia real y por mantener los principios de igualdad jurídica y
política emanados de la Revolución Francesa y siguientes pero no la
desigualdad económica y social que engendra el capitalismo.
Desigualdad que, en España, después de las últimas medidas de
Gallardón, aumentará. En segundo lugar, aprobación de las leyes
necesarias, resumidas, claras y concretas, que liquiden mucha
hojarasca de las antiguas y faciliten la aplicación rápida y eficaz
de la justicia. Es inconcebible que en estos momentos haya 300
sumarios sobre corrupción, algunos de ellos muy sonados, que llevan
varios años en los cajones de los juzgados sin saberse cuando se
solucionarán. Izquierda Unida ha presentado un proyecto de ley en
esa línea. En tercer lugar, la acción por un sistema económico,
social, cultural y político, fundamentado en valores democráticos
sin trampa, en los principios de la igualdad, la fraternidad, la
solidaridad y la corresponsabilidad colectiva ante todo lo que
acontece, como única forma de avanzar hacia una democracia
participativa, reduciendo las zonas de pasividad social. Y como
elemento transversal una educación radical basada en los principios
anteriores, desde la infancia hasta la universidad.
Y, finalmente, en la izquierda real no
puede haber ninguna tolerancia auto exculpatoria ante la corrupción.
RECORDAR AL CARCELERO
OBAMA QUE SUELTE A LOS CINCO PATRIOTAS CUBANOS.
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