Cuando un energúmeno cualquiera del nazional-secesionismo catalán denuncia a los "fascistas españoles" refiriéndose, claro está, a todos los que no comulgan con su visión identitaria racista de Catalunya, me entran dos sensaciones al mismo tiempo: la de una profunda vergüenza ante la total miseria moral, cultural y política de personas que dicen hablar en nombre de todo el pueblo catalán y la ira contenida al ver que estos fantoches circulan libremente insultando y amenazando a diestro y siniestro en Barcelona, en Vic, o en cualquier parte, y tienen cancha exclusiva en los medios de comunicación públicos pagados por todo el mundo, en especial en TV3.
Ellos en conjunto, los activistas del caos callejero y sus dirigentes y medios de propaganda, derrochan el dinero de todos, fomentan el fascismo identitario, destruyen la convivencia entre los trabajadores y entre el pueblo en general creando situaciones gratuitas de violencia, usurpan y prostituyen el sentido democrático republicano, fundamentado en la justicia social y en la unidad popular, tal como se defendió en la IIª República Española por los partidos integrantes del Frente Popular, unos partidos democráticos y de izquierdas que nunca se avergonzaron de la España que luego tuvieron que defender, fraternalmente unidos con las Brigadas Internacionales, con las armas en la mano, frente al fascismo. Muy diferente a como actúan ahora los partidos de "izquierda" que pululan desde la ignorancia de la historia, la incoherencia, el oportunismo y el arribismo burocrático, y son incapaces de construir una perspectiva de futuro real para España desde la izquierda, alternativa a la derecha y a las políticas de derechas, a la cual han regalado el sentido de España.
En resumen, la vanguardia más reaccionaria de los secesionistas catalanes, además de fomentar que sus jefes derrochen nuestro dinero y de proteger a sus ladrones para que continúen robando, o disfrutando de lo robado, y de ser peligrosa para la paz y la convivencia, da muestras permanentes de su zafiedad, cómico infantilismo y cretinidad.
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