martes, 5 de noviembre de 2019

PROSTITUCIÓN DEL LENGUAJE, SINTONÍA EN LA ACCIÓN


Viene a cuento de los conceptos derecha-izquierda, que utilizados fraudulentamente para deformar, engatusar y manipular en beneficio de unos intereses bastardos, o simplemente aplicados burocraticamente o de forma oportunista desde la ignorancia, sin ningún sentido de la historia, ni de la sociología, ni de la política, ni  tan siquiera de un sentido común elemental de persona adulta, unen a vividores, oportunistas y mangantes de derechas, a otros que se hacían pasar de izquierdas, o que sin necesidad de hacerse pasar se situaban en el campo de ésta. Para ir al grano y saber de qué hablo pongamos a Quim Torra y a Ada Colau de ejemplo antes de entrar a fondo en los conceptos derecha-izquierda. Una va de izquierdista y el otro de demócrata inmaculado al servicio de la "patria". Pues bien, una es  una oportunista de tomo y lomo, un descrédito para cualquier persona de izquierdas que se lo crea y actúe honradamente como tal, y el otro es un apologeta del nazional secesionismo racista con comportamienos y actuaciones fascistoides. Y no valen ya subterfugios ni medias tintas. 
Y pasemos al desarrollo de los dos conceptos, derecha-izquierda, para avanzar. Empecemos por un breve recuerdo histórico para situar cómo y cuándo nacen los conceptos derecha-izquierda. Recién realizada la Revolución Francesa de 1789, en la Asamblea Nacional de Francia se divide la posición de los participantes en dos grupos: a la izquierda  los que consideraban que el rey no tenía veto; a la derecha los que defendían que sí  lo tenía. Y desde este momento así quedó establecido: A la derecha, los partidarios del orden establecido, de las élites, de los privilegios y de las jerarquías heredadas. A la izquierda, los partidarios de la transformación de aquel régimen, con un nuevo pacto social de carácter popular. 
A partir de entonces los términos derecha-izquierda fueron utilizados de forma generalizada en el análisis de las transformaciones económicas, de los hechos y luchas sociales, de los cambios políticos y de los procesos revolucionarios. Durante los siglos XIX y XX estos dos términos políticos se cierran herméticamente en el momento de  definir, juzgar o posicionarse sobre cualquier cuestión colectiva, especialmente en la lucha de clases, en la acción sistemática por construir una vida digna para todos y todas,  en la defensa o no de la guerra para dirimir intereses diferentes  entre países o en el interior de cada país, o de la paz para el diálogo en la búsqueda de alternativas justas y válidas para todos, o en el desarrollo de derechos humanos fundamentales, como el derecho de voto de la mujer y la igualdad entre mujer y hombre en todos las cuestiones. Hemos avanzado mucho pero quedan todavía muchas cosas por reivindicar y conquistar, en nuestros países más desarrollados económica y socialmente, y ya no digamos en los países en los que, por motivos religiosos, ideologías reaccionarias y riqueza y pobreza extrema, la mujer es un burro de carga o una esclava del hombre.
Pero los términos se prostituyen progresivamente, o bruscamente en poco tiempo, cuando no reflejan realmente lo que ocurre en los planos económico, social, político o moral y se usan solo de coartada para decir que todo sigue igual y todos estamos defendiendo las posiciones de siempre ante los problemas. Actualmente los términos derecha-izquierda, además de no ser, nunca lo fueron, valores absolutos, se confunden en la mentalidad de la sociedad, e incluso son sustituidos totalmente por otros como progresista y conservador, los de abajo y los de arriba para difuminar la lucha de clases, cuando lo que antes era progresista como sinónimo de izquierdas se ha difuminado en el conservadurismo que el capitalismo ha ido imponiendo en las sociedades en función de cada momento histórico, ante la creciente aceptación de sus políticas económicas y de consumo por la mayoría, aceptación orientada por sus organizaciones, antaño sindicales y políticas netamente de izquierdas y actualmente como una pieza más del sistema, sin cuestionárselo. 
Ha habido un desarrollo económico capitalista que gradualmente ha ido imponiendo su filosofía a toda la sociedad, utilizando los profundos cambios que se han ido produciendo en las formas de producción y, consecuentemente, en el mercado de trabajo. El capitalismo ha fortalecido todos los mecanismos de control sobre la producción y el mercado laboral, imponiendo su máxima de crecer y producir al menor coste y en las condiciones laborales más precarias posibles, explotando la mano de obra en todas partes, sin excluir la mano de obra infantil, con tal de producir lo más barato posible para inundar el mercado para un consumismo irracional, en el que, en vez de contemplar las necesidades básicas, justas  e imprescindibles en salarios, horarios de trabajo y descanso, educación, salud, vivienda, transporte, respeto al medio ambiente....., se enseña a derrochar lo que sus fábricas producen y sus bancos manipulan para continuar manteniendo el control de la sociedad y los beneficios más grandes en el menor tiempo. Es la consolidación del neoliberalismo global y de su sociedad de consumo Paralelamente a ello, van procurando debilitar a la "izquierda" para que esta vaya aceptando progresivamente sus valores conservadores. Y se produce, efectivamente, un debilitamiento de la izquierda y la renuncia de esta a ejercer como tal en la defensa de las reivindicaciones fundamentales de la clase trabajadora en conjunto y al mismo tiempo orientarla, enseñarla  y organizarla en la perspectiva de un cambio social hacia una sociedad no capitalista. Una sociedad que solo puede ser de orientación socialista. Y en esta perspectiva, la izquierda que quiera hacer honor a su pasado no debe ir por el mundo como si cada una de sus tesis, propuestas y programas fuera la verdad revelada  indiscutible. La izquierda que quiera ejercer de tal debe prescindir del dogmatismo y del sectarismo y entender que en la mayoría de las sociedades actuales, los trabajadores y las personas que viven de su fuerza de trabajo material e intelectual, aunque no se organicen y voten como izquierda, tienen los mismos o parecidos problemas que los sectores que se definen de izquierdas. Es más, actualmente para avanzar hacia una alternativa más avanzada humana y socialmente, de más justicia social y dignidad, es necesaria la transversalidad de la acción para objetivos concretos comunes, pero manteniendo siempre los propios presupuestos y objetivos ideológicos y éticos. Que las contradicciones y divisiones no sean por una raya negra trazada, en la cual están del lado bueno todas nuestras ideas, alternativas y propuestas, y del lado malo lo que representa a otras opciones descartables.    
Y en ello intentamos estar las minorías que, a pesar de las dificultades objetivas y subjetivas, no hemos renunciado a contribuir a la construcción de este tipo de sociedad del que he hablado, como una necesidad cada vez más perentoria si tenemos en cuenta las necesidades comunes elementales de casi ocho mil millones de personas, de acabar con las guerras y la urgentísima exigencia de acabar con el proceso, hasta hoy imparable, de destrucción de la tierra, del mar y del aire.         

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