En Septiembre se ha roto la atonía social que nos ha acompañado durante largo tiempo y en especial en los tres años de crisis en los que lo lógico hubiera sido una fuerte protesta y movilización contra los desastres económicos y sociales causados por el neoliberalismo.
La convocatoria en Junio de una Huelga General para el 29 de septiembre promovió un debate contradictorio: "era demasiado tarde, la reforma laboral ya estaría aprobada, será un fracaso porque los trabajadores están desmotivados y desmovilizados, es una convocatoria para justificarse etc.," Todo ello eran razones y argumentos a tener en cuenta, pero que no debían paralizar la explicación sobre la necesidad y los motivos de la huelga y el esfuerzo para su organización.
En Septiembre, que es cuando se ha centrado la campaña después del verano, se ha explicado, movilizado y se han aportado argumentos sólidos sobre los efectos concretos de las medidas socio-laborales más duras que se han tomado en el periodo de democracia.
Se ha cimentado un principio de coherencias y unidad de una amplia vanguardia social y del movimiento obrero. Se ha opuesto al neoliberalismo y sus políticas la posibilidad de otras políticas. Es verdad que, salvo los análisis de fondo que ha habido sobre el neoliberalismo como expresión más dura del capitalismo, análisis en los cuales el PCE e IU han estado en primera fila, no ha habido en general una crítica política e ideológica global contra el capitalismo como responsable directo de la crisis. La acción sindical, social y política en España se ha centrado más en medidas concretas frente a agresiones concretas. En el conjunto de la Unión Europea, convocado por la CES, aún menos: la consigna contra la austeridad no es una consigna fuerte y, además, es equívoca ya que el concepto "austeridad" no está bien utilizado. Austeridad, en un concepto vital y dinámico, es lo contrario de derroche. El capitalismo derrocha, empobrece y reduce derechos.
Es imperiosa ya una alternativa para un cambio de modelo económico y social, como base para un nuevo tipo de sociedad. Es imprescindible un reequilibrio económico, social, ecológico y geográfico. No podemos aceptar eternamente que la división actual ricos-pobres-miserables sea lo único posible y que el mercado capitalista es el que asigna riqueza y recursos a la gente y a los pueblos. Falta explicar a la ciudadanía qué pasa, por qué pasa y cuales son los responsables y alternativas. Y esto, que en la imagen de lo ocurrido en los últimos tres años está clarísimo para muchas personas, es un elemento que sólo mueve activamente a una minoría. Sindicatos, izquierda política e intelectualidad democrática y de izquierdas tienen una gran responsabilidad al haber abandonado, o relegado, la lucha ideológica, renunciando a defender sin complejos de ser arcaicos el sentido de clase del colectivo que produce, con sus manos y su cerebro, la riqueza material y espiritual de toda la sociedad. Ello ha dejado un amplio campo a las ideas conservadoras, neoliberales y al pensamiento único. Es posible, además de imprescindible, recuperar la capacidad plena de razonar una denuncia objetiva del sistema, de defender propuestas concretas ante los problemas inmediatos y a medio plazo, y de impulsar una alternativa de cambio con un programa político basado en los elementos esenciales que hemos defendido sin descanso: pleno empleo, reparto del trabajo, derechos universales, servicios públicos, banca pública, defensa de la naturaleza y la vida, planificación democrática de la economía, reforma fiscal progresiva, lucha contra la corrupción, internacionalismo solidario y paz.
Hay un día antes y un día después del 29S. Nada debería ser igual. Independientemente de la realización de la huelga, que ha sido muy importante, lo principal ha sido la reflexión, el compromiso y la decisión que la huelga ha puesto en marcha.
Debemos aprovechar la cercanía que hemos experimentado un amplio sector de los trabajadores y de la sociedad para impulsar el trabajo en común y la fraternidad del futuro. Las experiencias solidarias y de unidad que hemos vivido, no deben perderse en la rutina.
Ha habido un momento en que se ha recuperado el sentido histórico de las luchas obreras y sociales y se ha entendido bien qué significan las medidas del gobierno, impuestas por la plana mayor del neoliberalismo económico, político y mediático de aquí, de la UE y del mundo.
Al denunciar de nuevo a Díaz Fernán y lo que representa como campeón del paro, de la estafa y de la ineptitud empresarial, a Esperanza Aguirre, como máxima expresión del neoliberalismo económico y del autoritarismo, al PP como el que impulsó a niveles gigantescos la economía inmobiliaria con sus efectos de destrucción ambiental, corrupción y crisis económica y de empleo, y a Rajoy como el fantasma negro del reino de la corrupción, no podemos olvidar al gobierno del PSOE ni a Zapatero, que, en los grandes asuntos que definen y construyen la realidad principal de un país están de acuerdo con toda la derecha: la internacional, la del PP, CIU, PNV, CC... y la de los principales grupos económicos y financieros. Para el PSOE, al igual que para los demás, el mercado existente, verdadera cueva de ladrones, es intocable. Durán i LLeida, uno de los más firmes defensores del neoliberalismo, ha dicho que la huelga será un fracaso total si el gobierno no retrocede nada en sus políticas.
Por cierto, para embusteros y despistados: el ejercicio del derecho a la huelga y el ejercicio del derecho al trabajo no tiene la misma categoría política, social y moral. La patronal tiene todo el año para imponer en las empresas su ley, y lo hace. Y los que no hacen huelga y luego cobran los beneficios si hay una mejora en las condiciones laborales, debido al efecto de la acción, deberían renunciar a esas mejoras, ya que no se las han ganado. Es más, el verdadero derecho al trabajo lo exigen a gritos los que no lo tienen
Los piquetes violentos son los de los empresarios que dicen al trabajador/a, "si paras el 29, no vuelvas el 30". Esto es violencia y no lo que dicen patronal, derecha y tertulianos en los medios de propaganda, verdaderos representantes todos ellos de la ideología neoliberal, estén a la extrema derecha como Jiménez Losantos, como expresión más clara, en la derecha liberal de boquilla o en el progresismo de salón. Todos defienden lo mismo, con pasión, malos modos e insultos o con sutiles demagogias revestidas de sentido común. Vale la pena retenerlo en la memoria.
Publicado en el número 229 de Mundo Obrero de octubre de 2010
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