La realidad china ha trastocado todos los parámetros políticos mundiales desde el triunfo de su Revolución. No voy a extenderme en esta nota sobre las diversas viscisitudes económicas, sociales y culturales que han removido, agitado y, en algunos casos, conmovido al pueblo chino, sumergiéndole en profundas contradicciones y en duros enfrentamientos. De todo ello hay importantes trabajos que parten de su historia de pueblo sometido a los intereses de los diversos imperialismos capitalistas y fascistas hasta alcanzar su plena independencia y soberanía nacional, a partir de su Revolución. Quiero valorar lo que representa actualmente China a partir de su realidad interna e internacional.
China es hoy una primera realidad económica, me resisto a llamarla potencia por su connotación imperialista actual, que se ha construido en un corto proceso de tiempo a partir de un extraordinario desarrollo de sus fuerzas productivas, basado inicialmente en la explotación masiva de su enorme mercado de mano de obra barata para producir mercancias simples para la exportación, y sofisticándose cada vez más en la medida en que aumentaban progresivamente sus capacidades científicas y técnicas. Este proceso se realizó con la apertura al mercado de capitales y tecnologías de los paises capitalistas más desarrollados. China lo ha controlado con la tesis, entre otras, de que la posibilidad de enriquecerse individualmente redundará en el enriquecimiento de toda la sociedad en la medida que se avance en una socidad industrial que reduzca la dependencia laboral de una agricultura de subsistencia. En un corto espacio de tiempo, con crecimientos del PIB anuales por encima del 10%, China ha ido derivando millones de personas del campo a la ciudad.
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