miércoles, 10 de octubre de 2018


Ética, política, organización

(PUBLICADO  EN                                  LA REPÚBLICA.ES)
   ÉTICA, POLÍTICA, ORGANIZACIÓN.
Después de escuchar y leer que el intento de “asalto” al Parlament de Catalunya por un grupo de energúmenos espoleados por Torra, (que hoy pide auxilio a Trump y al Papa para que entiendan y avalen sus felonías) fue realizado por “radicales”, se me ha ocurrido, como radical en ideas que soy, y al que no le asusta una cierta, llamémosla violencia social justa, que de radicales nada. Son sencillamente fanáticos de ideas y formas caducas de nazionalismos identitarios, algunos disfrazados incluso de “revolucionarios” del bla bla bla. Para completar el panorama leo que Pérez Reverte, que sabe mucho de todo, y que como afirma siempre “no es de derechas ni de izquierdas”, dice que Picasso no pintó el Guernica por patriotismo, sino por mucho dinero. Y cómo sabe tanto, a callar. Y ahí queda, no voy a defender a Picasso, no lo necesita frente a Pérez Reverte, ni tampoco a ningún otro gran artista con obras maravillosas, al cual le saquen aspectos, reales o ficticios, de su vida personal. Dejo sólo constancia que así suena el día en que escribo este artículo.
Pienso que debo intentar aportar algunas ideas, observaciones, reflexiones, a algo tan fundamental para contribuir a construir una sociedad más justa socialmente, más igualitaria y, por ende, más democrática, como es poner en marcha de manera significativa el trinomio: ÉTICA, POLÍTICA, ORGANIZACIÓN. Ya que cuando las veletas de la dinámica cultural y social se mueven por vientos caprichosos montados en la mentira, la manipulación, la liquidación del pensamiento crítico o del buen sentido común, se puede esperar que ocurra lo peor de unas masas horneadas y narcotizadas a las que se lleva a cualquier aventura por criminal o desastrosa que sea, como ha quedado bien demostrado en la historia del siglo pasado y en lo que llevamos de éste.
Impulsar una ética, coherente con una política y organizada en la sociedad exige, en primer lugar, conocer bien la realidad, informar adecuadamente sobre ella y convencer con razones y activando el pensamiento y la organización colectiva. Tener en cuenta todos los datos del problema de allá y de acá, de lo que es más cercano y de lo que parece más lejano pero que nos afecta en el día a día y en todo, aunque sea menos perceptible. Si hablamos del trabajo, debemos conocer bien los datos de los trabajadores/as en activo, en paro, con trabajo precario y condiciones laborales injustas. Convencer de que debe venderse la fuerza de trabajo en el mercado oponiéndose a niveles de explotación y de opresión intolerables, y hacerlo hablando en serio y en concreto de la clase obrera y trabajadora, conociéndola, para hablar con causa y convicción de la lucha de clases en su sentido más concreto, rechazando las frases definitivas a las que están tan dados los izquierdistas de salón que hacen una revolución semanal, o las “razones” de los que aceptan cualquier cosa porque no hay fuerza para cambiar ni imponer nada. Es la única forma de organizar a las personas y juntar los esfuerzos para defenderse individual y colectivamente en las mejores condiciones posibles frente a las diversas expresiones del poder y del dominio del capital. Aunque parezca que en la época de las redes y sus realidades virtuales no es necesario hacer lo más común: verse, hablar, debatir, organizarse y movilizarse, nunca ninguna forma virtual sustituirá la relación directa entre los trabajadores en las fábricas y centros de trabajo, en las barriadas obreras y populares aunque hayan cambiado mucho las técnicas y formas de producción. Los asalariados/as existen igual en las fábricas que producen con otras tecnologías, en las grandes superficies comerciales que sustituyen en gran parte a las históricas cadenas fordistas, en los servicios. Y están las mujeres que en su conjunto cobran un 25 menos de salario por un mismo trabajo. Y ya no hablemos de algo que nos debe afectar directamente, a pesar de su lejanía, la brutal explotación a la que están sometidos por las grandes cadenas económicas mundiales los trabajadores, hombres, mujeres y niños, en países empobrecidos del llamado tercer mundo.
Impulsar la ética del trabajo, de la corresponsabilidad y de la solidaridad de clase debe hacerse desde la educación, para que los niños y niñas empiecen aprendiendo que viven en un mundo de iguales y no en una selva de intereses egoístas.
Otro de los grandes asuntos indisolublemente unido al anterior es el de la convivencia y colaboración entre pueblos, naciones, estados, independientemente de que hayan formas diversas de enfocar la economía o el conjunto de cuestiones que afectan a una comunidad. Y esto significa en primer lugar que la guerra debe ser totalmente erradicada como forma de intervención nacional e internacional. La paz, en si misma, es un valor universal que permite abordar todos los problemas y diferencias de manera que los problemas, por graves y complejos que sean, tengan una vía de solución. La guerra no soluciona nada, sino que lo empeora todo, matando, destruyendo, sembrando tragedia, odio, humillación y barbarie.
Resumiendo, la trilogía ética, política y organización significa recuperar la mejor visión de cambio democrático y social con perspectiva socialista de nuestras experiencias históricas, purgado de las deformaciones, contradicciones, voluntarismos y triunfalismos “revolucionarios” o entreguismos, que tanto daño han hecho a las ideas del socialismo y del comunismo y que han hundido a estados que habían iniciado una etapa no capitalista.
Y la actual izquierda, o lo que de ella queda, es un espectro pequeño y difuminado irreconocible, sin ninguna capacidad para hacer otra cosa que defender un pequeño espacio, la mayoría de veces de intereses personales. Es, pues, imprescindible, construir la izquierda. Y para que ello sea progresivamente posible, no hay otra alternativa que conocer bien la realidad que queremos modificar y cambiar y defender en su marco nuestras propuestas políticas y sociales desde la cultura y la ética insobornables del más sólido humanismo socialista. Siendo consecuentes con la adecuación de las tácticas concretas de actuación a la alternativa estratégica que defendemos. Sobran, por tanto, oportunismos, fullerías y ventajismos personales y colectivos. Ya sé que cuesta, pues arrastramos mucha deformación pero, es EL ÚNICO CAMINO.

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