jueves, 27 de octubre de 2016

A PROPÓSITO DE ANÉCDOTAS DEL DEBATE DE INVESTIDURA, LA REALIDAD POLÍTICA  Y LA FICCIÓN.


"La vida no es más que una sombra que pasa; un viejo cómico que se pavonea y se agita una hora sobre escena y después no se le oye más. Un cuento narrado por un idiota con gran aparato y que nada significa". Macbeth, de William Shakespeare.



Escuchando a los distintos protagonistas uno tiene la sensación de que los juegos de palabras, las intenciones, el apoyo de las argumentaciones propias descalificando sin matices a las de los demás, es la única fórmula de actuación en política. Luego ya depende de la talla intelectual y política de cada cual, de su capacidad gestual ante la cámara o de su lenguaje para interesar, convencer, vender un producto, aunque nunca se diga el precio del mismo, o producir aburrimiento o rechazo, por la reiteración de lugares comunes, ideas abstractas o demagógicas. Nada nuevo bajo el sol después de este debate de investidura que acabará provisionalmente el sábado con la elección de Mariano Rajoy como Presidente del gobierno y que iniciará una legislatura más compleja, por la relación de fuerzas parlamentarias y la carencia de mayoría absoluta.

Cada portavoz ha defendido lo reiterado estos pasados días:
 Rajoy valorando los éxitos de la política del PP y la promesa de que dialogará más con todos, a pesar de que seguro que hubiera preferido que le forzaran a unas terceras elecciones;
Hernando, en nombre del PSOE, que se abstendrán en beneficio de los intereses del pueblo y desbloquear la situación estancada que impide realizar las políticas para solucionar los problemas de la mayoría de españoles, conscientes de que unas nuevas elecciones hubieran significado otro palo electoral; Rivera, por Ciudadanos, en su propuesta de equilibrio político y acuerdo para entre todos solucíonar los problemas; los nacionalistas en su concepción entre pedigüeña y victimista no satisfecha; paso de largo del genio de la oratoria política, Tardá, de ERC, al que creía en el Estrecho de Gibraltar controlando buques de guerra rusos en nombre de la OTAN.


 Y, finalmente, Iglesias por Podemos, ha subido al estrado para elevar el nivel intelectual del debate, como dijo ayer. Para hacerlo ha empezado dedicando un recuerdo a las Brigadas Internacionales por venir a España a combatir el fascismo, seguramente para  pedir que volvieran a combatir el "golpe de Estado", que, según él y otros demagogos de salón que utilizan los conceptos y palabras con el trasero, se ha producido en el PSOE y va a producirse en el Congreso de los Diputados. Primero, a las Brigadas Internacionales se les ha rendido en muchas ocasiones el tributo colectivo y personal que merecieron,  en persona ya imposible por la muerte del último brigadista, pero que se les seguirá rindiendo como colectivo humano glorioso en su lucha y sacrificio por la libertad del pueblo español, por la clase trabajadora y en defensa de la IIª República. Una persona politicamente solvente no las debería utilizar para juegos demagógicos y baratos de tribuna, destinados a darse un barniz de internacionalismo que no pasa por Stalingrado o por Alepo, sino por Wall Street. Y segundo, un golpe de estado es algo tan grave que los desinformados, ignorantes o inconscientes que lo dicen, deberían hacer un cursillo de parvulario político rápido o dedicarse a jugar al tute. 

Después de este arranque, la guinda: "la monarquía y el PNV  se mantienen porque van unidos por la Cruz de Borgoña", una pretendida cita culta de profesor de ciencia política, tachando a otro de ignorante, en la que habla profesoralmente de un símbolo que ha sido utilizado historicamente por reyes, ejércitos, armadas, carlistas, requetés....En resumen, aunque parece hacerles mucha gracia a algunos seguidores, colegas de asiento, periodistas y humoristas, a mi me parece una burda banalización de la política, más allá de lo permisible, eso sí, arropada de gruesas frases de descalificación, denuncias, proyectos de llegar de inmediato a La Moncloa y cambiarlo todo y hasta de proyectos revolucionarios. Una nueva farsa.      

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