Hoy, 5 de febrero se cumplen 100 años de la huelga de los trabajadores de la empresa de energía eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro, conocida como La Canadiense, (La Canadenca), ubicada en la Avenida del Paralelo de Barcelona y conocida como la fábrica de las Tres Chimeneas. La huelga, organizada y dirigida por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) duró 44 días y generó un movimiento huelguístico en el que participaron más de 100.000 trabajadores/as de Catalunya, en especial del textil y de artes gráficas, paralizó la ciudad de Barcelona y activó la solidaridad del movimiento obrero en toda España, siendo considerada como una de las huelgas más importantes de su historia por su amplitud, consistencia y dureza, por la represión contra los trabajadores, y por las conquistas sociales alcanzadas: Mejoras salariales generales, readmisión de todos los despedidos, liberación de los detenidos y, como conquista histórica, 8 horas de trabajo, siendo España el primer país del mundo que lo consigue por ley, y el tercero del mundo y el primero de Europa en gozar de ellas. Hubo una fuerte represión, con despidos masivos y miles de encarcelados. Y también algo muy importante, un gran salto en el sentido de clase del movimiento obrero organizado y en el internacionalismo de la clase trabajadora.
100 años después no está de más preguntarse, ¿y ahora qué? Sin caer en catastrofismos auto destructivos, pero tampoco en optimismos ilusionistas, creo que se puede afirmar que sigue vigente la lucha de clases, aunque parece que desaparece del lenguaje claro y propio de la izquierda sindical y política y de sus organizaciones; lucha de clases que, en lo fundamental, la está ganando el capital como bien dijo el multimillonario Buffett; que hay un retroceso general práctico en la legalidad socio laboral, y una gran fragmentación y dispersión de la clase trabajadora, tanto debido a su cambiante composición laboral técnica como en el retroceso de su conciencia de clase. Y que, fruto de todo ello, una parte considerable de ella ha caído de nuevo en el nacionalismo frente a los trabajadores de otros países, en vez de fortalecerse y afianzarse en la unidad y en el internacionalismo solidario, algo que si antes era imprescindible lo es aún más en la actual era de globalización capitalista neoliberal. La pérdida de principios y valores de clase en esta etapa histórica y su sustitución por sentimientos identitarios y por la defensa de pretendidos intereses antagónicos, es un gran retroceso social, cultural y político, que debe subsanarse a partir de la lucha y de la organización social, de la participación activa en la política, de la acción permanente por la paz y contra las guerras, de la irrenunciable defensa de la unidad y el internacionalismo frente a los nacionalismos destructores.
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