jueves, 20 de septiembre de 2018

AL AÑO DEL GOLPE INSTITUCIONAL DE LOS DÍAS 6 Y 7  Y AL AÑO DEL GOLPE CALLEJERO DEL20 DE SEPTIEMBRE.


Ha pasado más de un año del golpe institucional contra la Constitución, el Estatut de Catalunya, las normas elementales del funcionamiento democrático del Parlament y contra la convivencia  respetuosa y civilizada en la sociedad, independientemente de la diversidad política e ideológica que hay en ella. De nada sirvieron las palabras de protesta o pidiendo cordura; ni las de los letrados del Parlament, ni las de los jueces, fiscales, políticos o ciudadanos. Los golpistas tenían el guión escrito y confiaban en que el gobierno del PP poca cosa haría en sentido político, como poco había hecho hasta el momento, para enmendar la plana a los secesionistas y reconducir la situación a la política, a la legalidad democrática y al respeto a las leyes que están para respetarse y, en todo caso, para cambiarse, cuando las condiciones lo exijan y hay mayoría política o acuerdo para hacerlo. Hoy hace también un año del golpe callejero contra las instituciones y el más elemental funcionamiento del Estado, un golpe que dicen no fue violento, aunque visto de lejos me pareció muy agresivo y con peligrosas aristas que podían haber desembocado en cualquier momento en violencia incontrolable.
Y como no quiero perder mucho tiempo en divagaciones sobre un asunto que cada vez produce más urticaria política, emocional y moral, paso a decir cuatro cosas elementales que no son importantes ni creo que interesen colectivamente a mucha gente. En Catalunya, un día, ya lejano, hubo símbolos comunes y palabras compartidas: la bandera cuatribarrada y "Els Segadors". Una bandera y un himno que habíamos salido a defender durante la dictadura franquista unos pocos, fundamentalmente los rojos recalcitrantes de los clandestinos PSUC y CCOO y alguna otra organización comunista y de izquierdas. Jugándonos el tipo en la  calle o en asambleas contra las fuerzas represivas del franquismo y, si me apuran, hasta contra viento y marea de los que entonces eran franquistas declarados, o sociales y pasivos, por aquello de que con Franco había paz, pan y trabajo, a los que no gustábamos tampoco nada. Y encuentro a unos cuantos que ahora en sus madureces o vejeces han dado la vuelta completa a la manzana y se han hecho recalcitrantes independentistas. Ver para creer. Pensarán, a la vejez viruelas, o cuanto más viejo más pendejo. Relajo.
En mi caso es al revés, ni veo a la cuatribarrada como algo propio, después de haber sido prostituida y envilecida por la estelada, ni he cantado nunca más desde hace años Els Segadors. Me son cosas ajenas y extrañas. Yo no he sido nunca muy dado a la exhibición de banderas, pegatinas y símbolos, aunque no haya tenido nada en su contra, salvo con los símbolos fascistas y nazis. Ahora sólo tengo una bandera, la roja sin anagramas ni símbolos, y la Internacional porque, a mi entender, continúan siendo las del intento de construir la fraternidad, la solidaridad y la paz entre los pueblos y las personas.  Respeto y guardo también la imagen de la tricolor republicana por una sencilla razón: era la de la IIª República Española y fue derrotada y eliminada por el fascismo español e internacional.
Por eso cuando escucho a la CUP decir que "enciende la llama de la revuelta" suelto una carcajada y digo, ¿cómo es posible que enciendan alguna llama de revuelta seria y revolucionaria, los que sólo saben bailar el agua a los nazionalistas identitarios de Catalunya y a la ultra derecha de Europa?

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